La confección de las candidaturas a las convocatorias electorales de los próximos meses genera en la mayoría de los partidos un frenético ataque de nervios, como se ha evidenciado en las últimas semanas. Las direcciones de los partidos tienen ante sí la difícil papeleta de diseñar unas listas que sean un buen reclamo electoral y que a la vez sean útiles en clave interna y orgánica.

Mientras nada se sabe todavía de propuestas, ni de posicionamientos políticos, el lector puede andar desconcertado ante las cuitas que tratan de resolver internamente los partidos. Cuando la mayoría social les lanzó una advertencia con el movimiento del 15-M, todos anunciaron su aperturismo y su transparencia. Pero esta fue más aparente que real, ya que se quedó en la publicación de los bienes de los cargos públicos -que sirve más para el chascarrillo y chismorreo que para una auténtica fiscalización del buen uso de los recursos públicos-, en intensificar su actividad en redes sociales y poner en marcha todos unas procesos de primarias que en muchas ocasiones intentan ser controladas desde los aparatos y generan heridas internas.

En el PSOE se ha vivido una pequeña guerra por el control orgánico a varias bandas. Los socialistas eligen a sus líderes por primarias, pero el resto de nombres son votados por las distintas agrupaciones locales y posteriormente son ratificadas por los órganos posteriores. En cualquier caso, las agrupaciones locales suelen estar formadas por militantes que por una u otra cuestión dependen directamente de sus líderes, por lo que suelen votar lo que ellos proponen. Casi siempre, a gusto de la dirección. En el caso del ayuntamiento de Zaragoza, la candidata Pilar Alegría ganó las primarias porque contó con el apoyo de la dirección y con la gran mayoría de los que hoy la acompañan en las listas, que son los que controlan el partido en la ciudad. Es el caso de Ros Cihuelo o Alfonso Gómez Gámez. Los votos de sus agrupaciones fueron determinantes para que Alegría fuera la candidata definitiva.

Alegría, que no cuenta con apoyos orgánicos, dependía de una candidatura que, no obstante, es vista como muy poco atractiva desde el punto electoral, y en la que no hay nadie de las personas de confianza directa de la candidata. Bajo esta pequeña crisis subyace la pugna por el futuro control orgánico del PSOE en la ciudad de Zaragoza. Porque es complejo para los partidos conjugar el bien común por el que les elige la ciudadanía con el interés partidista.

Del mismo modo, Pedro Sánchez cambiará las listas al Congreso y el Senado a pesar de que algunos de los candidatos purgados -Óscar Galeano o Ignacio Urquizu- han tenido el apoyo mayoritario de sus compañeros y conocen la realidad de sus respectivas provincias mejor que algunos de los nombres que serán impuestos sin respaldo popular ni orgánico. Es el caso del que será número dos por Zaragoza: Pau Marí-Klose. No llega a la categoría de cunero, pero se le aproxima por su escaso arraigo en la provincia de Zaragoza y su nula influencia en el partido. Un ejemplo más de la importancia para los líderes de hacerse candidaturas a su medida, prevaleciendo las lealtades (y castigando las deslealtades) de quien le ayudó por encima de las decisiones tomadas en la federación aragonesa. Paradójica decisión de quien defendió el papel de la militancia y a su vez necesita controlar su grupo parlamentario.

Algo similar ocurre en el PP, donde Pablo Casado se ha hecho unas candidaturas a su medida eliminando casi cualquier pasado que pueda sonar a Mariano Rajoy. En los populares, tradicionalmente han sido los líderes quienes han impuesto las candidaturas y el peso del partido influye menos que en el PSOE, pero mantienen también sus luchas internas -siempre más discretas- por el control del partido. Resulta lógico que Casado, al igual que en Aragón Luis María Beamonte, se rodeen de perfiles de su confianza. Así lo están haciendo. Y eso, también deja heridas, como la que le ha provocado a Octavio López, que si bien nunca entró en los planes de la dirección, ayer optó por marcharse al ver que ya no cuenta con la confianza de los nuevos dirigentes.