El que fuera dirigente del PNV acudió el pasado jueves a Zaragoza, invitado por la Fundación José Antonio Labordeta, a reflexionar sobre la perviviencia del modelo de la transición. La cuestión catalana inevitablemente se coló en una mesa redonda en la que estuvo acompañado por Cristina Almeida (PCE), Anna Balletbó (PSOE) y José Luis de Arce (UCD).

-El congreso analiza la transición, pero la crisis catalana está cambiando continuamente. ¿Aún es posible el diálogo?

-Como se ha visto, para que haya diálogo tiene que haber dos personas que quieran hablar. Y si una no quiere, no hay baile. Además, en este momento vivimos una cierta falsificación de las palabras. Eso pasa porque estamos presos de la imagen y quien rompe el diálogo pasa a ser el malo de la película.

-¿Qué parte es la que no ha querido hablar?

-En este momento es Carles Puigdemont y todo su entorno. Pero hay que volver al origen del conflicto, que es político. No se ha abordado desde esta perspectiva todavía. Cuando uno tiene un cáncer no lo puede estar tratando con parches.

-¿Sirve la experiencia del País Vasco para esta situación?

-Son casos distintos. Nosotros somos partidarios de las elecciones [la entrevista se hizo antes de la convocatoria unilateral amparada en el artículo 155]. Así lo hemos dicho públicamente. Es lo que pasó con el lendakari Ibarretxe. El Gobierno vasco se puso de acuerdo en aquel momento con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero para que acudiera al Congreso de los Diputados a explicar su modelo de reforma estatutaria. No se le admitió a trámite. Pero él dio la cara. Y únicamente no se la rompieron porque fue respetuoso. Volvió a casa y disolvió el parlamento vasco. Y bueno, la situación actual es mejor que aquella. No podemos olvidar que entonces existía ETA.

-¿Puigdemont debería haber dado más explicaciónes?

-Se equivocó al no acudir al Senado. Uno se tiene que cargar de razón aunque sepa que no le van a hacer demasiado caso. Pero los argumentos se tienen que esgrimir en un hemiciclo. Y no solo en edificios con gente que te aplaude.

-¿Cómo se ve desde el PNV la aplicación del artículo 155?

-Con mucha preocupación. Yo he estado 30 años en Madrid haciendo política. Si fuera aragonés o soriano tendría una animadversión a Madrid muy manifiesta. Para ellos todo lo que no ocurre en Madrid no existe y creen que hay que liquidar todo lo que ponga en riesgo su poder. Eso me parece terrible. Mientras no se vacíe esa ciudad estado llamada Madrid, que tiene todos los ministerio, las embajadas y los museos, no se podrá avanzar.

-¿El estado de las autonomías no ha compensado esta situación?

-El café para todos fue un desastre. Se le acabó echando agua al vino y no resolvió la cuestión de Cataluña y el País Vasco. A cambio creó 17 problemas más. Esto aún no se ha terminado de ajustar. Pero sin embargo no podemos negar que el estado de las autonomías ha sido bueno, aunque catalanes y vascos buscaran algo distinto. En nuestro caso todavía tenemos el Estatuto de Guernica sin cumplir.

-¿Con el artículo 155 sobre la mesa el desarrollo autonómico quedará muy condicionado?

-Se rompe el diálogo y la cohesión. Madrid se tiene que tomar en serio que el tema catalán lo tiene que abordar políticamente. No puede ser una imposición. Sin embargo, Mariano Rajoy está crecido porque tiene el apoyo mediático de la capital, europeo y empresarial. Me parece algo peligroso, pues es fácil agitar los instintos de la población. Es lo que pasa con las banderas en los balcones.

-El congreso está dedicado a la figura política de Labordeta. ¿Cómo fue su relación?

-Nuestro nexo en común siempre fueron las conversaciones sobre la República. Y recuerdo que tenía mucho sentido del humor, que es algo fundamental en la política. Ahora hay muy poco, todo es engolado. Se necesita más distancia. Y menos gente que se tome en serio a sí misma. Labordeta era todo lo contrario: usaba la ironía y el humor.