Operada desde hace casi cinco años de un cáncer de mama, Mariama Souare tendrá que volver a pasar por el quirófano pronto para someterse a una mastectomía. «Me han dicho que es genético y lo aconsejable es quitar todo», cuenta. A sus 41 años y tras casi 20 residiendo en Zaragoza, Souare dice que afronta «el nuevo revés» con una buena actitud. «Me vine abajo cuando me dijeron que puede volver. Si lo hace, ya aplicaremos la misma técnica de tener ganas. Puede ocurrir, pero no puedo dejar de vivir por esto y precisamente por eso debo disfrutar cada día como si fuera el último», explica.

Natural de Guinea Conakry, Mariama se siente «zaragozana al 100%» y en la localidad de Nuez de Ebro, donde reside, ha encontrado su paz. «Jamás había disfrutado tanto del aire libre, de los paseos y de esa tranquilidad para pensar. Me he sentido muy arropada por los vecinos y por mis amigos», cuenta Mariama, que trabaja en el Centro Aragonés de Recursos Para la Educación Intercultural (Carei) como mediadora.

Tampoco esconde que ha llorado mucho. La mayoría de las veces a escondidas. «Es muy duro tener que encerrarse en una habitación para desahogarse. No quería que me vieran mis hijos y ahí he utilizado mucho la paz de los campos de Nuez», dice. Su hija pequeña le aseguró que quería ser médica «para que nadie más estuviera enfermo», recuerda. «Me hinché a llorar cuando la escuche», dice Mariama.

El palo que el cáncer le dio a ella y que le llevará otra vez al hospital se volvió todavía más duro hace tres años, cuando a su marido le diagnosticaron un tumor de colon. «Todavía no había dicho que sí a hacerme la mastectomía y me encontré con esto. Retrasé mi decisión porque quería ser su apoyo y no dejarle solo. Ambos estamos recuperados ahora y a la espera de que me llamen. A veces me pregunto de dónde saco las fuerza», reflexiona Mariama, que asegura que sus tres hijos fueron su «mano derecha».

«Gracias a ellos empecé a ver todo de otra manera porque sabía que mucho dependía de mi actitud. Tenía que pensar en ellos, en criarlos, verles estudiar, y no los podía abandonar», cuenta.

La cultura en la que se crió percibe el cáncer «como algo tabú», asegura. «En mi país nadie muere por esto porque no se dice. Siempre se comenta que muere porque estaba enfermo, pero nadie nombra el cáncer. Es sinónimo de muerte. He ido hace poco a visitar a mi familia y se pensaban que físicamente estaría peor, porque se cree que la enfermedad te cambia el cuerpo», explica Mariama.

Origen genético

Ella misma, influenciada por ese origen, lo primero que pensó es que iba a fallecer y a su doctora del hospital Provincial de Zaragoza le preguntó: «¿Cuántos días me quedan?», recuerda. «Me miró y me dijo que si dependiera de ella, iba a vivir. Me dijo que me iba a operar y que estaba segura de que iba a salir bien. Eso me subió el ánimo y no lo voy a olvidar nunca».

Fue ella misma quien se notó el bulto en el pecho y acudió al médico, pero «no esperaba que fuera un cáncer», confiesa. Al principio no requirió ayuda psicológica, pero cuando le comunicaron que su tumor era genético no dudó en acudir a la sede de la Asociación Española Contra el Cáncer en Zaragoza. «Cuando peor lo pasaba era por las noches y con esa segunda noticia de la mastectomía ya decidí ir», dice. «Me han ayudado mucho y desde aquí quiero lanzar un mensaje de ánimo y de fuerza a todos los afectados», apunta.