A sus 35 años, Carmelo C. C. acumula 31 arrestos policiales y un buen número de condenas y juicios, a los que ayer sumó otro en la Audiencia Provincial de Zaragoza, adonde hoy volverá para otro proceso. Todos por los robos cometidos para costearse su adicción a la cocaína, con hasta tres gramos al día. Sus encuentros con la ley comenzaron a los 18, en el año 2000.

Al menos desde los 28 (se desconoce si ya había ingresado antes) pasó seis años en prisión, y a comienzos del 2016 obtuvo el tercer grado, condicionado a su desintoxicación en un centro especializado. «Salía de la cárcel con un programa, pero volví a consumir y se me fue de las manos», explicó a los magistrados.

Desde entonces, pese a la pulsera de control, eludió a las fuerzas de seguridad hasta noviembre del 2016, cuando fue arrestado. Al ingresar tenía una fecha de salida de prisión estimada para el 2023, pero tenía otros seis juicios pendientes por los robos cometidos en ese periodo. Por ellos ya ha sumado al menos dos condenas, sin contar el juicio de ayer, el de hoy y otro que tiene señalado para junio.

«Ya he tenido otros juicios y quebranté la medida, con pulsera. No me acuerdo de lo que hice (tampoco de los hechos de ayer), y he ido juntando juicios y he firmado condenas de dos años», explicó a los jueces en su turno de última palabra. La de ayer no pudo ser, porque Fiscalía se mantuvo en sus cuatro años y medio de prisión ante la reincidencia; su defensa, a cargo de José Daniel Luna, pidió que como mucho sean otros dos, por la toxicomanía, y la que hoy será su abogada, Elena Mainar, peleará por la absolución.

El caso juzgado ayer ocurrió a finales de agosto del 2016. Carmelo C. C. presuntamente forzó una casa de campo en el camino de El Saso y se llevó material por valor de unos mil euros. Su ADN en botellines de cerveza le delató.

Para el dueño, que acababa de comprarla para reformar y ni siquiera había tenido tiempo de contratar un seguro, el robo no es lo de menos. Socialmente, el problema es que no parece haber solución para casos como el del acusado.

«¿Que si consumo en prisión? Ahí dentro hay droga, claro que consumo. Es difícil quitarse allí, si no es en algún sitio que te ayuden», respondió el hombre al magistrado que le interpeló.

Fuentes penitenciarias admitieron que es prácticamente imposible controlar los narcóticos. No están autorizados a hacer ecografías aleatorias, y la droga entra dentro del cuerpo, bien en permisos o en vis a vis. La Guardia Civil acude con los perros muy de vez en cuando.

Así que, si alguien no tiene voluntad o tesón para desintoxicarse en la cárcel o en un centro ambulatorio, solo se podría pensar en una reclusión obligatoria en régimen cerrado. ¿Dónde? En Aragón, al menos, en ningún sitio, si el paciente no quiere.