Las medidas que ha habido que tomar para evitar una catástrofe mucho mayor que la que estamos padeciendo han sido extraordinarias. El confinamiento de la población, con el consiguiente cese de toda actividad económica no esencial, ha permitido salvar muchas vidas y preservar un sistema sanitario que, al igual que la economía y otros aspectos de nuestro orden social, han sufrido un impacto sin precedentes en los últimos 80 años.

Con todo este esfuerzo solo hemos logrado volver a una situación similar a la de febrero, pero desgraciadamente la epidemia no ha concluido. La desactivación de estas medidas debe ser progresiva y ha de hacerse con gran cautela ya que la posibilidad de rebrotes y de nuevas ondas pandémicas es real. Debemos entender el desescalamiento de los medidas tomadas como un proceso de transición hacia una nueva normalidad que se apoye tanto en lo aprendido durante esta primera fase como en la prudencia de saber que vamos a tener que tomar decisiones importantes con incertidumbre.

¿Qué hemos aprendido en el ámbito sanitario? Que aunque deseemos para el futuro escenarios favorables debemos ser capaces de estar preparados para los más complicados. Que desde un principio es fundamental una coordinación exquisita entre la estructura de Salud Pública, que debe ser escalable según la magnitud de la epidemia, y el sistema sanitario. Que Atención Primaria debe ocupar un papel nuclear en una crisis como ésta, para lo que tiene que ser suficientemente dotada. Que los hospitales deben ser organizaciones más flexibles, más multidisciplinares, con capacidad para reaccionar con gran rapidez ante variaciones bruscas en la situación epidemiológica, lo que requiere cambios estructurales así como de organización y dotar a estos centros de la tecnología sanitaria necesaria para una eventual escalada. Que debemos trabajar para recuperar el retraso del sistema sanitario en la adopción de tecnologías de la información, tanto para la gestión de equipos y procesos como en la interacción con el usuario.

¿Hacia dónde apunta la nueva normalidad para la población? La mejor forma de reabrir la sociedad y su actividad con seguridad es entendiendo que todavía no hemos doblegado esta epidemia. Debemos acostumbrarnos, al menos en el futuro inmediato, a un distanciamiento físico, que no necesariamente social, significativamente mayor al que estábamos acostumbrados: evitando aglomeraciones, usando mascarillas o pantallas faciales y minimizando el presentismo laboral si tenemos síntomas de infección respiratoria, aunque éstos sean banales. Tendremos las mejores garantías de vencer esta epidemia si todos y cada uno de nosotros actuamos responsablemente, aunque cueste esfuerzo. Es el momento de estar a la altura.

*Médico del servicio de enfermedades infecciosas del Clínico y profesor asociado de Ciencias de la Salud en la Universidad de Zaragoza