Cuando me levanté ayer por la mañana puse la CNN y me enteré de que Bush había ganado (o estaba en ello) las elecciones. Habida cuenta de que un servidor había profetizado muy campanudo la victoria de Kerry y que tal victoria parecía estar cantada por las proyecciones difundidas en la madrugada del mismo miércoles, comprendarán ustedes cómo se me quedó el cuerpo (y eso que me tengo por persona muy templada ante los avateres electorales).

Pero la cosa apenas acababa de empezar. De inmediato llamó a la puerta el cartero, me dio a firmar un papel y me endosó un certificado que venía a ser la notificación de una cuantiosa multa por parte del Transit catalán. Trescientos euros del ala por exceso de velocidad (pero por mucho exceso, lo reconozco y pido perdón). Y cuando, sin reponerme todavía, me disponía a iniciar la jornada llevando a revisión el coche (el mismo acelerado Opel por cuyo motor V6 caí en la tentación de vulnerar las normas), resulta que había perdido la llave del garaje. Las desgracias nunca vienen solas. Y Dios aprieta... pero no suelta.

Así que me lo tomé con filosofía. Si me equivoqué con las elecciones USA, fue un desliz compartido e impulsado no sólo por la lógica aparente sino por el particular deseo de que George Washington "Depredator" no siguiera desarreglando el mundo con su revolución neoconservadora (tan manifiestamente protofascista). La política tiene estas cosas y éste no es el primer marrón que se nos atraganta. En cuanto a la multa, la pagaré sin rechistar acogiéndome al descuento pertinente... Y agradecido de que aún no esté vigente el carnet por puntos (cuya implantación, por lo demás, sigo apoyando). De la llave perdida, ya me harán copia.

Me fui a comer al Hermógenes con un amigo, me tomé unos vasitos de vino de Cariñena (Aylés joven, buenísimo), hicimos la sobremesa y cuando salí después a la plaza de España ya atardecía. Atrás quedó la mañana.