La quiebra de Arento ha dejado en estado de shock a una buena parte del sector cooperativo aragonés. El golpe en el medio rural es sobre todo económico porque el grupo adeuda unos 15 millones de euros a estas sociedades, pero también anímico por la desaparición de un gigante agroalimentario que inyectó una buena dosis de ilusión tras su nacimiento en el 2005.

Pero una gestión nefasta ha echado todo por tierra. El grupo, que acumula alrededor de 100 millones de euros de deuda, presentó hace solo unos meses uno de los mayores concursos de acreedores en la historia de la comunidad-- equiparable al declarado por el Real Zaragoza—. Y ahora, Arento, el que fuera uno de los emblemas del sector agroalimentario en Aragón, está en liquidación. De la esperanza que irradió a un centenar de cooperativas y a miles de agricultores solo quedan las cenizas.

Hoy, 16 años después de su nacimiento, son muy pocos los que quieren hablar de lo ocurrido en esos años y la mayor parte de las fuentes consultadas por este diario prefieren mantener el anonimato.

Arento se encamina a su desintegración total mientras un grupo de cooperativas trata de sobrevivir a duras penas. Se esfuma debiendo alrededor de 15 millones de euros a una decena de sociedades radicadas en el territorio, según las cifras que refleja el informe del administrador concursal a las que ha tenido acceso EL PERIÓDICO. El principal acreedor es la cooperativa agraria San José de Sádaba, con más de 3 millones (3.005.736,62 euros) en impagos. Paradójicamente, está presidida por el máximo responsable de Arento, Enrique Arcéiz. El agujero de San Atilano, en Castiliscar, es de 1,4 millones, mientras que en Zuera asciende a 1.605.329,85 euros. La de Tarazona tendrá que engullir casi un millón de euros (933.951,15 euros) y la de Ontinar de Salz afronta impagos por valor de 850.199,62 euros. La lista es larga y la completan otras cooperativas como la de Biota (266.913,93 euros) y Perdiguera (252.447,60 euros), entre otras (ver gráfico). El reguero es abultado y da idea del pufo dejado por Arento en el medio rural, aunque la deuda con los bancos es mucho mayor. El fallido de Caja Rural de Aragón (antes Bantierra) supera los 37 millones.

Esta situación de deterioro se ha arrastrado desde hace varios años, pero ahora el crack es ya inevitable. De hecho, poco después de que comenzaran a saltar las alarmas en Arento, a finales del 2017, el número de socios cooperativistas del grupo se redujo a apenas 40 cuando años atrás rebasaba el centenar. Algunas cooperativas comenzaron a mascar la tragedia y decidieron salir del grupo. Otras, en cambio, confiaron en el proyecto y ahora atraviesan serios apuros económicos que deberán ser costeados de una u otra forma por sus socios, los agricultores.

El momento más delicado

«Todas se han visto perjudicadas por la quiebra de Arento», reconoce el presidente de la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Aragón, José Víctor Nogués, que lamenta «la ocultación de información» de los últimos años y aboga por una gestión transparente en el mundo cooperativo. «Lo contrario nos ha llevado hasta aquí», recalca. Reconoce asimismo que el sector pasa por «el momento más complicado de las últimas décadas». «Nunca hemos tenido un problema tan gordo como este por el malestar y la incertidumbre que existen». A eso se añade la certeza de que con la quiebra de Arento «se pierden importantes oportunidades» de negocio.

Pero no queda otra que tratar de cerrar la herida. Desde la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Aragón trabajan desde hace varios meses en la reestructuración del sector. La tarea se centra en integrar o firmar acuerdos comerciales o de otro tipo entre las sociedades más pequeñas y perjudicadas por la quiebra de Arento con aquellas que tienen mayor músculo. Es el caso de Ejea, que tratará de dar soporte a la de Sierra de Luna y Castiliscar, en las Cinco Villas, para paliar sus serias dificultades. Otras cooperativas tratan ahora de buscarse la vida con acuerdos comerciales con otras entidades de Aragón o de fuera de la comunidad (principalmente con Navarra y Cataluña). Es el caso de Zuera que ha sellado un pacto con la navarra AN.

Pese a todo, la viabilidad de la mayor parte de estas no está comprometida y se descarta el concurso de acreedores, aunque en algún caso esto no está claro todavía, reconocieron desde la federación. «El futuro del sector, en cualquier caso, no está comprometido, aunque se tardará tiempo en recuperarse del golpe», afirman.

La lista de acreedores es más que abultada y en ella figuran casi todas las entidades financieras, particulares, empresas de distintos sectores, organismos oficiales y entidades dependientes del Gobierno de Aragón. Pero el medio rural es el que más acusa el golpe.

Situación límite

La cooperativa de Castiliscar ejemplifica el mazazo de Arento. Esta sociedad, creada en 1980, no ha vivido jamás una situación así. Su agujero es de 933.951,15 euros y nadie sabe cómo se van a levantar. «De momento hemos pedido una cuenta de crédito para tres años, por lo que tenemos ese tiempo para ver qué hacemos», apuntan fuentes de la cooperativa. La cooperativa ha cerrado un acuerdo con la de Ejea de los Caballeros para que sean ellos los que comercialicen el cereal (trigo y cebada) que producen. La situación es límite porque la facturación de esta cooperativa ronda entre los 2,5 y los 3 millones al año. Tiene 150 socios, pero solo hay unos 15 agricultores profesionales. El resto son vecinos del pueblo. «Esto no había pasado nunca», apunta una fuente acreditada de la cooperativa que no sabe cómo ni cuándo se recuperará ese dinero. «Esto lo tendrán que pagar los socios, no sé, en diez o quince años…», estima.

Este malestar se reproduce en varias cooperativas socias por lo que en el sector nadie descarta que la liquidación de Arento abra la puerta a la presentación de demandas por las irregularidades cometidas en la gestión del grupo agroalimentario en los últimos años.

Desde la consejería de Agricultura del Gobierno de Aragón, que rechazó avalar a Arento con 14,4 millones de euros en el 2018, prefieren no pronunciarse y respetar el trabajo que está realizando la administración concursal. Pero las denuncias sobre falta de información y una gestión irregular resuenan en el sector.

«No se entiende que cuando el euríbor estaba a cero se pagasen intereses por encima del 10% ni que hubiese disfunciones tan abultadas en las cuentas», indica el responsable de una cooperativa que prefiere mantener el anonimato. «Todo el mundo sabía que Arento iba mal, pero no se entiende que nadie hiciera nada al respecto», añade.

Denuncias de Arento

La tensión ha sido tal que algunas cooperativas fueron denunciadas por Arento tras dejar el grupo. Las demandas se notificaron a las sociedades de Gelsa, Quinto, Leciñena, Sofuentes y Biota, a las que el grupo responsabilizaba de las pérdidas registradas. Quinto y Gelsa, por ejemplo, decidieron el 18 de febrero del 2018 no acudir a la ampliación de capital por 4 millones de euros. «Nos denegaban información y propusimos acciones que no escucharon. Analizamos las cuentas y no vimos viabilidad por ningún sitio», señala el gerente de la sociedad, Ignacio Cuadra, que recuerda que las cooperativas comenzaron a vender por su cuenta. Ahora comercializan a empresas aragonesas y catalanas de forma directa. Los impagos de más de 300.000 euros de Arento los salvaron con una póliza de seguro de crédito y ahora el agujero es de apenas 12.000 euros. «Ese seguro nos permitió no ir a la ampliación de capital que pedía Arento». Hoy van por libre.