Zaragoza mira todos los 14 de junio al meandro de Ranillas que albergó la muestra internacional del 2008. Son hoy 25 hectáreas llenas de contrastes, que van desde la reconversión de algunos edificios que alojaron a los participantes en un moderno parque empresarial como Dinamiza y lala Ciudad de la Justicia -que está al 87% de ocupación y alberga más de 4.000 trabajadores a diario- al abandono más absoluto de otras partes de ese antiguo recinto, en el frente fluvial, donde el deterioro va sumando años a su olvido.

Los vestigios de una cita que puso a la ciudad en el mapa internacional languidecen a manos de las temperaturas extremas o de la escasa inversión que se le dedica. El panel característico de la antigua plaza temática Ciudades del Agua es un claro ejemplo: decenas de elementos que daban color a la imagen amanecen a diario en el fondo del estanque que se conservó a sus pies. Caídos, no robados. Sin nadie que los reponga ni los recoja. Solo en el fondo y rodeado de la suciedad y la porquería que sí es atribuible al incivismo. ¿Quién cuida del recinto Expo?

La peculiaridad en este undécimo aniversario es que los encargados de acometer esta tarea de mantenimiento y vigilancia, la sociedad municipal Zgz@Desarrollo Expo lleva tres años en liquidación -ahora es gestionado por Parques y Jardines-. Desde la Asociación Legado Expo denuncian «una dejación intencionada y deliberada por parte del ayuntamiento» en ese cometido «por una cuestión política». Ni Ranillas ni las riberas del Ebro, también remodeladas para la muestra del 2008, han sido una zona verde cualquiera. Albergan joyas en las que se invirtieron millones de euros que hoy llegan a ofrecer un estado casi irreversible, agravado por la climatología y, sobre todo, el vandalismo y los malos hábitos de algunos usuarios. Hoy algunas piezas casi ni se parecen a lo que fueron.

Esto sucede con el Banco Ecogeográfico. Isidro Ferrer y Batlle i Roig diseñaron esta obra de 700 metros de longitud a la que se destinaron 1.572.000 euros para que luciera primero en la Expo y, después, en el frente fluvial. Hoy su apariencia es dramática. Está devorado por el óxido, el paso del tiempo ha corroido sus mosaicos de azulejos que eran una pieza preciada por los zaragozanos. Arte al aire libre al que el abandono le ha pasado demasiada factura. Y es imposible saber cuánto dinero se ha destinado en once años a su cuidado. El mimo brilla por su ausencia. También en otras intervenciones artísticas que surgieron de un concurso internacional y que se repartieron por otros puntos de las riberas del Ebro.

El año pasado, con el décimo aniversario, parecía que todo iba a cambiar. Pero no ha sido así. Hay decenas de cristaleras cuarteadas, por ejemplo, en la pasarela del Voluntariado. El vandalismo causa estragos en el puente de Javier Manterola y ya ni se sustituyen. También el mal uso de espacios como el exterior del pabellón de Aragón, hoy lleno de grafitos en sus paredes blancas y utilizado por los skaters para su diversión mientras en sus fachadas hay recovecos habitados por palomas. Languidece el edificio de Olano y Mendo, al que el Gobierno de Aragón sigue sin darle un futuro. Legado Expo le propuso convertirlo en icono del turismo en la comunidad, pero sigue a la espera de una respuesta.

También sufre daños la panémona de El Faro, el único recuerdo físico del edificio de barro que lució a orillas del Ebro. Su tela se está rompiendo, sus pilonas metálicas lucen con pintadas y las palomas revolotean en su interior. Donde no entran es en los cubos del Pabellón Puente, que sostienen paneles publicitarios de Mobility City en el exterior mientras dentro hay una docena de maderas arrancadas en uno de ellos, cristales rotos en otro, y una valla protege lo poco que queda del tercero.

Mejor imagen presenta el Pabellón de España. Este solo acumula suciedad en el antiguo estanque y una pieza cerámica de sus múltiples columnas exteriores luce rota y apoyada junto al poste que le corresponde. A pocos metros, la zona de los antiguos restaurantes, también en desuso, al menos se ha reutilizado como almacén. De mobiliario o de extintores, plafones o material de obra. A la espera de un futuro que no llega, como los cuatro cacahuetes, edificios que albergaron países participantes en la muestra, que siguen vallados a la espera de su reconversión. Son la cruz de un parque empresarial y la Ciudad de la Justicia.