Mateu Sampol se dirigía ayer a Zaragoza con un cargamento de madera procedente de Mallorca. Fue el primero en parar al ver el accidente de Barracas y, junto con otros dos camioneros, ayudó a su compañero herido, que "sangraba mucho por la boca". Cuando ya se habían alejado, oyeron la enorme explosión. "Me he salvado de milagro", explicó Sampol a la Guardia Civil.

Con él estaba Ernesto Sonrosal, que tuvo tiempo de agacharse y gritar a un compañero que se metiera debajo del camión. "Pasaban muchos trozos de hierro y piedras", relató. Sonrosal también calificó de "milagro" el hecho de que no murieran más personas. "Nadie esperaba la explosión porque el fuego ya se estaba apagando. Pero al ser una caja abierta y no una cisterna, ¿quién iba a pensar que eso estallaría?".

Avisar al jefe

A Jesús Alba, de Murcia, la deflagración lo tumbó literalmente de espaldas. Después de ayudar al camionero accidentado, le prestó su teléfono móvil "para llamar al jefe" y exigió a los que estaban con él --"más de 30"-- que se alejaran. No les dio tiempo. Todos salieron "volando".

Después del gran susto inicial, los camioneros esperaron ansiosos a que se abriera el tráfico. Pasadas las cinco de la tarde los primeros vehículos pudieron atravesar la calzada. Más de 400 camiones pudieron reanudar la marcha. No así Mateu Sampol y sus compañeros de rescate. Tuvieron que esperar a que un relevo se hiciera cargo de los remolques.