"Me parece increible que nuestro tren no pueda circular y que nadie nos dé una solución. Mi vuelo sale hacia Bulgaria a las 6 de la tarde y si no llego no sé qué voy a hacer porque viajo allí por asuntos laborales. ¿Quién se va a hacer cargo de este desastre?". Así se desahogaba Natalia, entre suspiros, movimientos nerviosos y gritos de impotencia en la sala de información de la estación de Delicias de Zaragoza. Como ella, cientos de aragoneses vieron cómo inevitablemente las horas pasaban en su reloj mientras ellos permanecían quietos en una silla, en las colas de reclamación o en los vagones de un tren en medio de la nada.

Entre las personas que esperaban el tren estaba también Juan Vicente, que debía acudir a Barcelona a una conferencia deportiva. Su tren salía a las 13.35 horas y casi a las dos de la tarde seguía a la espera de una solución. "Menos mal que sólo es una visita y no un empalme con un vuelo u otro medio de transporte. De todas formas exijo una solución para ir hasta mi destino. Es la primera vez que me pasa esto, pero creo que la responsabilidad plena es de Renfe y que ellos deben pensar algo pronto porque debo estar allí a las 5 de la tarde", decía indignado.

Las soluciones a la desesperación llegaron en torno a las dos de la tarde. Desde Atención al cliente se comenzó a llamar a varios taxis para que transportaran a las personas que tenían que coger aviones en Barajas y el Prat. Debían llegar a tiempo para no perder el importe del billete.

Sillitas de bebés

Javier Sesé estaba obligado a viajar a Barcelona para trasladarse hasta Bruselas por motivos laborales. Con un poco de suerte llegaría antes de las 5 para embarcar. "Nos han dicho que nos van a poner un taxi para que nos lleve hasta allí, pero debe ir lleno y tenemos un problema: una de las personas viaja con dos bebés y en el taxi no hay sillitas para los niños", explicaba.

La madre era una mujer búlgara que viajaba hasta su país de visita familiar. "No sé mucho español y hay una chica que está arreglando todo para irnos en taxi". Otra de las madres, María José, viajaba a Ginebra con su pequeña de apenas unos meses. "Yo no me voy sin silla. Como los taxistas no tienen, le he dicho a mi padre que traiga la que tenemos en casa para que el coche pueda salir de aquí". Una hora después, muchos viajeros salieron en tren y otros en taxi, y todos se marcharon con la incertidumbre de si llegarían a tiempo a su destino.

La llegada de los retenidos

Cuando los pasajeros con situación límite salieron de la estación, llegó el tren que había estado más de tres horas parado en los alrededores de Calatayud y que había sido remolcado por una locomotora diésel. La concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza, Lola Campos, fue una de las afectadas. "Debía estar en Madrid a las 4, pero para cuando nos han dado soluciones ya no había remedio. En la espera ha faltado información de lo ocurrido", afirmó. Aparte de Campos, el presidente del Real Zaragoza, Alfonso Soláns, también tuvo que aguardar el tren.

Ignacio Nieto y Jesús Moreno viajaban en el aparato remolcado. "Hemos estado 3 horas esperando en Calatayud. Nos van a devolver íntegramente el dinero de los billetes", afirmaban ambos. Sin embargo hubo gastos de los que nadie, excepto el afectado, se hizo cargo. El madrileño Carlos Sánchez viajó a Zaragoza para una reunión con la previsión de volver en el día. "Mi tren ya debería haber salido, así que me quedo aquí a hacer noche y lo pagaré de mi bolsillo", afirmó resignado. "Hemos salido perdiendo".