Bajo la férrea conducción (o lo que fuera aquello) de don Pacocascos, el ministerio de Fomento gastó ya la práctica totalidad de su presupuesto para este año. La mitad de esa pasta, más o menos, quedará enterrada en la superampliación de Barajas. Esta obra, la de la estación de Zaragoza y alguna otra más fueron inauguradas en falso, queda en ellas tajo para años y arrastran desfases milmillonarios. España entera reclama más ferrocarriles de alta velocidad, más autovías, más túneles y más de todo. Encima el petróleo y el acero están por las nubes.
Por eso Morlán, el secretario de Estado, y Velasco, el consejero, se la andan cogiendo con papel de seda. Porque una cosa es predicar futuras comunicaciones transpirenaicas y otra es dar trigo aquí y ahora, en Teruel o en Daroca. Le es preciso al Gobierno Zapatero quedar bien con todo el mundo, va jodida la cosa presupuestaria y, claro, hay que ser razonables.
El problema es que a Aragón, cuando llega la hora de la verdad, siempre le piden que sea razonable. De tan razonables que hemos sido, arrastramos un déficit en inversión pública de muchísimo preocupar. Por eso hay entre el paisanaje cierta urgencia, incluso nerviosismo. Naturalmente comprendemos que alterar de repente el proyecto en ejecución para pasar por Teruel el AVE Madrid-Valencia es un follón, y suponemos que no estarán los valencianos (aun habiendo ganado la Liga) para que Madrid les retoque los trenes después de haberles negado el trasvase. Pero algún truco debiera sacarse de la manga el nuevo Gobierno a fin de apañarle a Aragón la cosa infraestructural con rapidez y buen tino.
Ya se verá. Zapatero y sus ministros/as han de tomar dos tipos de decisiones: las que son gratis y las que cuestan euros. Con las primeras, si atinan, ganarán la simpatía de una población harta de las aznaradas . Mas son las segundas las que demostrarán su talento y su talante como gobernantes.
(Continuará)