Instagram está de aniversario, la red social cumple diez años. Centenares de millones de personas utilizan esta plataforma para compartir sus fotos y experiencias y, aunque no hay datos segregados por territorios, en Aragón también ha conseguido arraigar. Pero Instagram ya no es solo una red social puesto que se ha convertido en una nueva oportunidad para la publicidad y en el oficio de mucha gente: los influencers. Ahora, cuatro personas narran a este diario de su experiencia.

Álex Puértolas (@alexpuertolas), nacido en Zaragoza en 1990, es uno de los aragoneses con más seguidores en este entorno virtual. 211.000 personas están pendientes de su contenido y llegó a Instagram en el 2012. Su popularidad aumentó, «sin buscarlo», después de abrirse un canal de YouTube, y ahora este es su medio de vida. «La palabra influencer no me gusta, pero la entiendo cómo una etiqueta para que la gente sepa a qué nos dedicamos», dice. Un entendimiento que no acaba de llegar. Puértolas, que estudió márketing, se dedica a crear contenido tanto personal como para diferentes marcas.

«La gente que sigue a alguien en una red social es porque le otorga credibilidad», explica, y ahí es cuando las empresas están dispuestas a invertir su dinero. «Es una forma de publicidad, pero hay mucha gente que no lo entiende. Antes, cuando las empresas gastaban millones en otros medios de comunicación, nadie se escandalizaba», afirma.

Viñetas y mucha foto

La fama en redes sociales tiene su precio, y este joven admite que es «muy grande» la presión que ha llegado a sentir. «Me llegó en una edad temprana, y lidiar con ello es complicado. Tuve una época en la que me perdí en este mundo lleno de cosas nuevas, pero ahora ya lo controlo mejor», admite entre risas.

Fran Luján (@franlujanzgz) no es influencer, sino infuetencer, dice en su perfil. Con más de 20.000 seguidores, se dedica a subir fotos de, entre otras cosas, sus restaurantes favoritos. Pero también lo ha convertido es su trabajo, aunque cuesta ganarse el pan. «Muchos no entienden todavía que esto es un oficio. Cuando voy a un sitio dedico muchas horas a editar las fotos, subirlas, incluir la descripción. No vivo de que me inviten a comer y ya está», explica. Eso sí, la experiencia de ser «un famoso local», le resulta muy positiva.

Luján, en una de sus fotos publicadas en Instagram.

Instagram es, dice, un nuevo medio de comunicación digital y como tal hay que entenderlo. Su perfil pueden llegar a verlo 80.000 personas a la semana, lo que supone una audiencia considerable. Hasta el 2017 no empezó a dedicarse a las redes, y desde entonces ha podido disfrutar de experiencias que no hubiera podido vivir si no. «Me fui de tapas con el alcalde», recuerda riendo.

Juan Moneo es el creador de la tía Pilarín (@tiapilarin), un personaje con el que su autor ha querido homenajear a «a nuestras madres y nuestras tías» y, con ello, a «nuestra ideosincrasia aragonesa». Moneo no vive de este perfil, tiene 2.500 seguidores, pero lo creó como parte de un proyecto personal para seguir aprendiendo del mundo digital. Ahora utiliza a la tía Pilarín para reivindicar las tradiciones y el carácter de Aragón (y de su pueblo La Almunia de Doña Godina), algo que los jóvenes, usuarios mayoritarios de Instagram, «no acaban de valorar». Con sus viñetas, que reciben menos odio del que le gustaría para poder crecer, ríe, quiere juntar «el costumbrismo con la modernidad».

Por último está Angélica de Miguel (@gelatina) que con casi 30.000 seguidores solo usa Instagram porque le gusta «la armonía» de colores de sus fotos. «No tengo ningún objetivo», dice esta zaragozana que se dedica al márketing. «Queda mucho camino por recorrer. Las empresas tienen que entender que no hay que estar por estar en Instagram. Todavía estamos evangelizando a las empresas en materia de redes sociales», cuenta.

Angélica de Miguel utiliza el nombre de 'Gelatina'.

Y es que, en Instagram cabe de todo, hasta periódicos (@elperiodicodearagon).