A Ernesto le duele lo que pasa. Pero lo que más le duele es lo que podría evitarse. «Nuestro servicio de entrega de comida ha crecido en 67 familias en las últimas semanas, muchas de ellas afectadas por un ERTE, pero que no cobrarán hasta mayo», explica. Le duele que la burocracia ponga en una situación complicada a mucha gente que, en Zaragoza, como en otras ciudades, vive al día. Por eso, últimamente, en la Hermandad del Refugio se esfuerzan más que nunca en poner rostro a quienes están en primera fila. No en los trámites. «A quien viene, se le ayuda». Todos se han puesto a ello. Hasta los usuarios.

Ernesto Millán es el gerente de esta entidad, una de las más antiguas del tejido social. En más de 378 años de historia, su Zaragoza no les ha fallado «nunca». En el 2008, él ya ocupaba ese puesto y «la ciudad estuvo ahí». Por eso, tienen esperanza. Por eso y, porque aunque vengan mal dadas, cuentan con gente a su alrededor «impresionante» y «nadie ha dado un paso atrás». Desde el primer momento, decidieron decirle a sus casi 400 voluntarios que no podrían volver, para protegerlos. Decidieron que, mientras pudieran evitarlo, no iban a hacer un ERTE entre sus trabajadores. «Porque si falla uno, otro estará ahí». Y porque están haciendo una gran labor.

Aunque la guardería está cerrada, mantienen su programa de gota de leche, por el que dan alimentos para 157 bebés. Tienen un servicio de reparto de alimentos que ya atendía a 647 familias, 67 más que hace dos semanas. Y tienen a 45 personas acogidas que han pasado en el Refugio todo el confinamiento. Incluso a gente que ha descubiero que uno, ayudando, se ayuda, y que les echa una mano ya a la hora del reparto o de organizar el comedor.

Ernesto habla de ellos. Habla de sus trabajadores. Está «tremendamente orgulloso». Y va todos los días, sin falta, para segurarse de que las cosas marchen. «Es como vivir en un lunes permanente». Lo que más miedo le da, como a todos, es lo que está por venir. Así que pide fondos y yo prometo poner la web (hermandaddelrefugio.es), porque se aceptan donaciones y las necesitan como el comer... Y, precisamente, para eso. Alaba la labor del FCC, Pontoneros, ayuntamiento... Cita a Ángel Lorén y Alfonso Mendoza. En esta crisis, hay nombres que oigo. Y esos siempre están en la lista.

Pero Ernesto Millán tiene también quejas. Todas tienen que ver con la burocracia. No pueden acoger más personas por culpa de ella. «Antes, se llegó al acuerdo de realizar test diagnósticos de anticuerpos en la Casa de Socorro a todas las personas sin techo que solicitaran ingresar en el Refugio. Con el resultado negativo de esos test, acogimos a cuatro personas más. Pero la DGA desestimó la petición municipal de seguir haciendo esto esta misma semana, así que no podemos abrir la puerta a nadie». Además, no saben nada de la desescalada, ni de todas esas familias que dependen de que les paguen un ERTE. «Hay mucha gente que vive al día; más de la que creemos».

Mientras las cosas cambian, el Refugio seguirá haciendo honor a su nombre. A su gente. Pido a Ernesto una foto para ilustrar este reportaje. Manda una de hace dos años: su equipo. Rostros, nada de pasillos vacíos. Me manda vídeos de esos acogidos que se han convertido en sus manos. Que le han dado la vuelta a su situación para ayudar a otros. Hay algo que me sorprende: no se quejan, dan las gracias. Escucharlos, inspira. Así que hago un vídeo para la web de este diario. Escúchenlos. No tienen ni una casa. Pero tienen palabras que son un un refugio para el alma.