Más de 200 médicos en activo y jubilados han respondido ya a la llamada del colegio profesional de Zaragoza para reforzar la sanidad aragonesa ante la evolución del coronavirus. 65 son profesionales en activo que actuarán en labores de clasificación, seguimiento de enfermos por teléfono, asesoramiento e información; ocho más son sanitarios de Atención Primaria dispuestos a doblar turnos en hospitales, centros intermedios o en la propia Atención Primaria, y 136 son galenos ya retirados de menos de 70 años. Una avalancha de sabiduría, en apenas dos días, puesta al servicio del Departamento de Sanidad para ser requeridos cuando se considere oportuno.

Debido a su edad, este colectivo no desarrollará una labor asistencial y de contacto con pacientes por ser profesionales de riesgo, sino que se centrarán en actividades auxiliares. Uno de ellos es Antonio Caballero. Tiene 67 años y lleva dos jubilado, aunque no del todo. «Seguía vinculado con el mundo sanitario, aunque no de forma regular», dice. Su rutina diaria en los últimos meses ha estado presidida por la lectura, el paseo y, sobre todo, la tranquilidad propia del descanso desde que colgó la bata de neumólogo. Pero, cuando el Colegio de Médicos de Zaragoza, de cuya junta sigue siendo miembro, decidió seguir la estela de Madrid y poner en marcha una bolsa de voluntarios destinada a reforzar la sanidad para hacer frente al implacable avance del coronavirus, lo tuvo claro: «No me lo pensé. Es la hora de la solidaridad, de arrimar el hombro todos y de estar al pie del cañón, así que aquí estoy», asegura.

La idea contó con el absoluto respaldo del colectivo, dispuesto a ofrecerse incluso antes de que Sanidad se lo pidiera. En su caso, Antonio quedaría destinado a labores de apoyo al personal para liberar a los médicos en activo de tareas burocráticas. «Es que no tengo ni idea de manejar el OMI (el sistema informático utilizado en Atención Primaria), porque los voluntarios que sí saben cómo usarlo podrían quedar destinados a la atención telefónica en el 061 que, de momento, es lo único que ha requerido el Salud».

En casa, su decisión gozó de un respaldo absoluto. Antonio vive con su hija, residente de último año en Cardiología, y que también está al pie del cañón en el hospital zaragozano Miguel Servet, su centro de referencia y al que volvió la pasada semana desde Madrid, donde recaló en rotación externa. «Estaba en el hospital 12 de octubre, los mandaron a todos a sus hospitales de origen y, sin pasar por cuarentena alguna, aquí ya les pusieron a trabajar inmediatamente, con una carencia evidente de equipos de protección, mascarillas recicladas no seguras y un déficit de material», relata Caballero, que, además, tiene otro hijo en Boston «también en cuarentena» y a sus suegros cerca de Bérgamo. «¿Miedo? Claro, porque no sabemos lo que va a pasar, pero vamos con la ilusión de ayudar».