Parece imponerse estos días la opinión de que Carles Puigdemont es un tipo muy listo que maneja a los medios a su placer porque, además, es periodista. Bueno, periodista, periodista... Del pesebre de la Generalitat, en todo caso, donde ha estado ramoneando veinte años, como esa otra periodista y lingüista, pero de misteriosos estudios, Carme Forcadell...

Desde el punto de vista informativo, los medios ni manejan ni se dejan manejar. Aceptan las convocatorias de ruedas de prensa, o los comunicados, si proceden, y los resumen o emiten. El ex Govern, cierto es, ha obtenido protagonismo desde septiembre por el dramatismo e interés generado por lo extremo de su obsesión temática: independencia, secesión, enfrentamiento con España... Eso vende, aunque sea un timo.

El principal delegado comercial de este fraudulento producto, el marchante Puigdemont, lo factura estos días en Bruselas, donde se esfuerza en presentarse como un héroe o mártir de la causa catalana.

No lo es, realmente, sino un simple pícaro, uno más en este largo folletón de lazarillos y buscones a vueltas con el ciego gobierno de Madrid.

Prueba de que El Puigdi es un verdadero farsante son los siguientes hechos:

Uno: Carles Puigdemont nunca se ha presentado a las elecciones de la Generalitat. Ha ocupado el puesto de president por puro accidente y designación a dedo. Cuando se llena la boca con su supuesta representatividad, no puede sustentarla sobre el voto de sus conciudadanos, pues éstos no lo han elegido.

Dos: Ahora que se acercan las elecciones autonómicas de diciembre, las mismas que él no quería convocar, Puigdemont ha pretendido presentarse liderando un bloque de partidos independentistas. Pero el resto de siglas, comenzando por Esquerra, le han contestado, sin una contemplación, que no tienen interés en acudir a las urnas en compañía de su partido.

Tres: En todas las encuestas, el pre-candidato Puigdemont y su partido PDECat ocupan el cuarto o el quinto lugar. No tienen, por tanto, la menor posibilidad de ganar, y prácticamente ninguna de gobernar, porque los catalanes no tienen la menor intención de votarle.

Éste es el auténtico guión o relato de la aventura secesionista. El resto se reduce a los picarescos capítulos de El Puigdi.