Si a partir de hoy Federico Trillo-Figueroa deja de ser embajador en Londres para «no interferir en la acción de Gobierno» debe llamarse cese o relevo, no dimisión. Si hubiera asumido el informe del Consejo de Estado tendría que haber dimitido el 3 de enero, convocar a los medios, reconocer sus múltiples errores en la gestión de la tragedia del Yak-42, pedir PERDÓN (sí, con mayúsculas) y marcharse. Le habría honrado --si es que todavía puede honrarle alguna acción relacionada con este caso-- aunque fuera en diferido, casi catorce años después. Pero no, su reacción tras hacerse pú- blicas las conclusiones del órgano consultivo del Gobierno fue decir que ya hacía meses que había pedido el cambio porque excedía su tiempo al frente de la legación diplomática. Ayer, el mismo día que Rajoy respaldaba la postura de la ministra de Defensa, y un día después de que el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, recibiera la carta de relevantes exembajadores pidiendo que le cesara, parece que tomó conciencia de que interfería en la acción de Gobierno. ¿No será que Dolores de Cospedal quiere ir el lunes al Congreso con algo que ofrecer a la oposición y suavizar el vapuleo? Cese, no dimisión.