Agarrado a la nueva barandilla, Venancio Rius observa sobre tierra firme el apacible discurrir de las aguas del río Ésera a su paso por Benasque. Hilos de agua entre piedras. Es mediodía y el sol asoma entre un mar de nubes. Allí mismo, hace justo un año, el suelo se abrió y la música se detuvo de golpe. El cielo llevaba varios días descargando su furia sobre la localidad altoaragonesa y el cauce se convirtió en una avalancha de agua y rocas.

Asomado al abismo, este clarinetista de talla mundial dejó a un lado su virtuosismo con los dedos y se agarró como pudo a un cable de luz que la vida le regaló. Minutos de agonía que sintió como horas y que abrieron los telediarios hasta que un par de guardias civiles y varios vecinos del pueblo lo rescataron. Su pentagrama no acababa ahí.

Durante este periodo ha ido recopilando las imágenes y los textos que, sobre el accidente, amigos y conocidos le han estado enviando. "Días después del accidente hablé con varios terapeutas y me dijeron que lo mejor que podía hacer era afrontar los hechos, compartir la situación con los demás, verbalizarlo todo. Y sentirme feliz por haberlo superado", recordó.

Agradecimiento en persona

El pasado miércoles, en el aniversario de su renacimiento, Rius asomó de nuevo por el valle. "Ha sido muy emocionante entrar otra vez en el pueblo y revivir aquello. Se me ha encogido el corazón", reconoció. El director de orquesta, natural de Moncofa (Castellón), llegó una vez más al Festival Internacional de Música de Cámara de Benasque Beyond the Music, la cita que reunió de nuevo en el palacio de los Condes de Ribagorza a músicos de todo el mundo.

Hace un año, Venancio, todavía con la congoja en el alma, encaró el terror y regresó al palacio. La música había vuelto y él no podía fallar. "He participado todos los años y es una satisfacción ver cómo se consolidado hasta convertirse en una referencia mundial". Este certamen atrae a profesores y alumnos llegados de rincones tan alejados como Malasia, Rusia, Mongolia, Suecia, China, Noruega, España o Taiwán.

En su clausura, celebrada el pasado viernes, se rindió un homenaje a los dos guardias civiles que rescataron a Venancio de las aguas descontroladas del Ésera. "No había tenido la ocasión de transmitirles personalmente mi gratitud. Nunca habrá suficientes palabras para agradecer que arriesgaran sus vidas por salvarme", afirmó.