Hace más de un año que dejaron de oírse los traquetreos y los silbidos que anunciaban cada tren. Hoy, las voces megafónicas y los chirridos han dado paso a los cánticos y las plegarias de 800 fieles de la iglesia evangélica que rezan de alquiler entre las paredes de la antigua estación del Portillo de Zaragoza.

La herencia arquitectónica de esta vieja estación --que será demolida cuando la Administración central y autonómica y el Ayuntamiento de Zaragoza concreten el plan de reordenación de la zona-- parece haberse repartido una vez que el tráfico ferroviario cayó en vía muerta. Mientras el enorme hall y todas sus dependencias de la planta calle han sido arrendadas a los pastores de la iglesia de Betel, Renfe ha alquilado el párking a una comunidad de propietarios de esta zona de Zaragoza. La barrera permanece abierta en ausencia del vigilante que antes ocupaba una caseta y cobraba a los viajeros. Las escaleras mecánicas han sido prácticamente arrancadas, al igual que las vías, de cuyo trazado ya no queda ni rastro en la grava del suelo. Y, con la mitad de las oficinas del entresuelo vacías todo parece allí como si la estación hubiera sido víctima de un desalojo precipitado.

Mensajes bíblicos escritos con letras redondeadas --de esas que uno dibujaba en el colegio--, adornos dorados y de un sinfín de colores y un equipo de música decoran hoy el hall principal del Portillo. El panel que anunciaba las salidas y llegadas antaño es el escenario para las bodas. Junto al impresionante mural de Galdeano, hay situada una estancia para recoger los rezos.

ALQUILER POR UN AÑO "Los trabajadores de Renfe están encantados con nosotros y prácticamente están deseando que se produzca una boda o algún ceremonial, porque nuestras sesiones resultan muy alegres, gracias a las canciones y a la música", afirma José María Romo, presidente de la Iglesia Betel, mientras señala a un enorme amplificador, situado junto a la batería.

"De momento, nuestro alquiler es sólo para un año, que vence a principios del que viene, pero esperamos quedarnos más tiempo porque los oficinistas de Renfe todavía no tienen fecha para salir de aquí", añade el pastor evangélico. Romo parece contento con la relación que la iglesia mantiene con su arrendatario, que le alquila el Portillo por una cantidad que no quiere desvelar. "¡Pero si hasta nos dejaron sus muebles viejos para que los aprovecháramos", exclama.

La organización de la iglesia deja entrever que la mudanza sigue a medio hacer, a pesar de que el delegado del Gobierno en Aragón, Javier Fernández López, inaugurara la nueva y ferroviaria sede, a finales del mes de junio. El antiguo Gambrinus es todavía una cafetería, donde una de las catequistas ensaya canciones con un pequeño órgano. En los quioscos, la iglesia Betel tiene instalada su biblioteca evangélica. El antiguo locutorio telefónico acoge la oficina de acción social de la iglesia; el hall acoge una hilera de sillas plegables blancas, en las que los fieles se sientan como si estuvieran mirando al ya inexistente panel de llegadas y salidas. Y el pastor-presidente se ha instalado en la siempre bien acondicionada sala vip.

"El alquiler lo pagamos con las contribuciones que cada fiel da a lo largo del mes", asegura Luis Hernández, responsable de Relaciones Institucionales de la Iglesia Betel en Aragón. "Hace tiempo que se nos había quedado pequeña la otra sede y necesitábamos un cambio de emplazamiento urgente".

Los evangelistas pentecostales ya son un colectivo numeroso en Zaragoza. Se instalaron en la capital en 1984, contando con la fuente de fieles que significaba la presencia en la ciudad de la Base Aérea Americana. Hoy en día son 800 feligreses.