Un mar de olivos rodea Oliete, un pueblo de medio millar de habitantes situado en las estribaciones de la sierra de Arcos, en Teruel. De lejos, esa masa de árboles alineados en bancales da al paisaje un aire andaluz, una impresión que refuerzan las casas blancas escalonadas en el cerro sobre el que se asienta la localidad. Pero es un espejismo. De cerca se comprueba que abundan las viviendas deshabitadas y que la mayoría de los olivares están abandonados, cubiertos de una maleza que impide incluso el acceso a los campos.

Varios vecinos y descendientes de Oliete, con una población diezmada por la emigración, tomaron conciencia hace unos años de que la principal riqueza de su término, junto con las minas de carbón y arcilla, no podía seguir degradándose un poco más cada año. Había que hacer algo y rápido.

De ahí surgió, en junio del 2014, el proyecto Apadrinaunolivo.org. Su objetivo es recuperar los olivos abandonados (que a menudo tienen entre 300 y 500 años de antigüedad) y cultivarlos de forma respetuosa con el medio, generando empleo en la zona .

Éxito

"Desde entonces hemos salvado en torno a 4.500 árboles diseminados por el municipio y seguimos adelante, pues existen 100.000 olivos en el municipio", explica David Pradas, un joven de Oliete que trabaja en el proyecto. "Pronto está previsto construir una almazara para extraer aceite y comercializarlo", precisa.

El éxito de la iniciativa se debe al empuje de sus promotores, pero también al patrocinio de empresas como Hojiblanca y Telefónica y a la implicación de los propietarios de los terrenos. Estos, que en muchos casos residen fuera de Oliete, ceden el derecho de explotación de sus olivares 10 años y a cambio reciben aceite gratuitamente a partir del quinto año de puesta en cultivo, cuando los árboles rescatados empiezan a producir aceitunas de calidad.

La operación rescate ha repercutido de inmediato en la comarca de Andorra y en zonas limítrofes. De hecho, los propietarios de tierras en los pueblos vecinos ofrecen sus campos para que alguien desbroce unos olivos que en ocasiones llevan varias décadas sin cultivarse.

Además, esta actividad ha supuesto ya la creación de tres puestos de trabajo fijos y 16 eventuales, así como 1.800 horas de labores de inserción social cubiertas por miembros de la Asociación Turolense de Ayuda a la Discapacidad Intelectual (Atadi).

"Nos encargamos de limpiar las acequias, de desbrozar el terreno y de retirar los restos de la poda", explica José Manuel, un miembro de estas brigadas.

"Cuando se empieza a trabajar con un olivo abandonado hace años hay que eliminar primero todos los esquejes que lo colonizan como parásitos, que lo asfixian y que casi lo ocultan totalmente", indica David Pradas.

El suelo se ara y se cubre de estiércol, al tiempo que se reconstruyen algunas antiguas acequias de riego, si bien la mayor parte de las parcelas son de secano. De esta forma, poco a poco, el paisaje recobra el aspecto cuidado de antaño.

Se trata de un reto que trasciende el pueblo de Oliete y que, por su potencial regenerador, implica a varias comarcas de Teruel. "La clave es que el propietario del olivar yermo se implique en el modelo de gestión", subraya Jorge, de la Asociación para el Desarrollo del Maestrazgo.

De momento, 40 dueños de olivos se han apuntado a la iniciativa, que se extiende asimismo por 40 hectáreas y crece a un ritmo sostenido. "La idea es que el proyecto llegue a ser autosuficiente", apunta José Alfredo Martín, uno de los responsables de Apadrinaunolivo.org.