Un caudal de resignación y reivindicación baja por el Ésera. Por el Aragón, el Gállego, el Ara y el Cinca. Los valles del Pirineo ya saben que las estaciones de Aramón no abrirán, una noticia agarrada con mayor alivio que indignación. Poner final a la incertidumbre permite a algunos mirar hacia la primavera. El anuncio del desconfinamiento de Zaragoza avisa de la posible apertura de las provincias y el ansiado retorno de los turistas. Eso no evita que se exijan soluciones ante las pérdidas y el agravio de estos meses.

El discurso no es único. Cada cual lo modula con sus circunstancias. Escuelas de esquí o tiendas de alquiler de material no tendrán más oportunidades hasta el próximo invierno. La hostelería espera un flujo de gente que les rescate de una crisis a la que culpan más a las decisiones políticas que al consorcio de la nieve.

Carlos abre su bar a las siete de la mañana. El Bar López es un clásico en Graus. Pese a la distancia con Cerler la crispación llevó a casi 500 grausinos a manifestarse junto a la plataforma SOS Pirineo, que seguirá con las acciones. Dice enfadarse cuando ve algún coche enfilar la carretera hacia el Valle de Arán equipados con esquíes o cómo ha afectado a las empresas de distribución y cárnicas de la capital de la Ribagorza el cierre de la hostelería pirenaica. «Nos han hecho separar las mesas, tomar medidas, pero me dices que cierro antes y no sirvo cenas. Entonces para qué sirve lo otro», lamenta Carlos.

La carretera junto al Ésera marca la vida. Remontando las dos orillas se desperdigan por el monte decenas de despoblados y gracias a ella sobreviven Perarrúa, Besiáns, Santaliestra, Morillo y Campo antes de llegar al Congosto donde las obras producen las paradas de la caravana hasta llegar a El Rún, la apertura del valle.

Salir mejores

Poco después está Castejón de Sos y en su centro el Hotel Pirineos. Margarita Antuña regenta un punto de encuentro que no quiso dejar a sus vecinos tirados en los peores momentos. «Ha sido una ruina», manifiesta Marga. Para ella el cierre definitivo de Cerler es casi un «alivio, porque ya nos podemos centrar en la primavera... Si no nos cierran la carretera, que es un hándicap que solo tiene este Valle Escondido».

Está disconforme por unas medidas de aforos y horarios que no respetan la realidad de los pueblos y porque no se ha tenido en cuenta la trascendencia del turismo de nieve para la alta montaña. Sin embargo, su mayor pena es ver cómo de todo esto no se va a sacar nada positivo. «Cada vez que voy a una manifestación me entristece ver cómo nos tiramos piedras unos a otros, que no sepamos sacar nada bueno de tantas muertes», indica Marga.

Choca dice que si no das la curva al entrar a Benasque te metes en su tienda con el coche. Casi estaría agradecido, para que entrara alguien. La tiene impoluta. Un medidor de temperaturas, mamparas por todos los lados y un ozonizador que tuvo que instalar casi para nada. «Pero no recibí ayudas para instalarlos», indica Pedro Sancho. Se dedica a la venta y alquiler de material de esquí, un negocio de temporada invernal. Abre pronto, pero, como no suele llegar nadie, suele cerrar para irse a pasear o foquear. «En esta semana de carnaval estaríamos cuatro personas a pleno rendimiento. Un día sacaríamos 250 unidades y hoy he hecho dos», añade Pedro.

Esta él solo, tiene dos empleados en erte, acaba de pedir dos créditos ICO para pagar el alquiler de este local y otro, en Cerler, que ni abre. «Llevo 35 años pagando autónomos y ¿para qué? Si al menos nos cancelaran las cuotas o dieran ayudas flexibles», indica, aunque para él la solución sería devolver la propiedad de Cerler al valle. La semana que viene cierra y se baja a su pueblo de Tarragona donde tiene naranjos. Será su pequeña tabla de salvación.

El Hotel Ciria es una institución. Ahora está cerrado. Abrieron un mes bajo la promesa hecha de abrir la provincia en Navidad, como tantos, pero no fue así. José María Ciria es su propietario y también presidente de la Asociación Turística y Empresarial Valle de Benasque. «La gente del Pirineo no entiende por qué una decisión política ha cerrado las estaciones y las provincias cuando en otros sitios se ha seguido trabajando. Ya sabemos que hay que guardar unos protocolos, pero no nos parece que se equipare los problemas que podemos tener nosotros con otros hosteleros en lugares donde la población ya está ahí. Nosotros si no dan movilidad tenemos actividad cero», recalca Ciria.

Él, como muchos, reclama ayudas directas para los empresarios al modo de otros países europeos y pese a todo siente que el valle saldrá de esta. Insiste en que la unión de las asociaciones de todos los valles y de 32 municipios, que firmaron de forma conjunta un manifiesto en defensa del Pirineo, ha logrado activar el Plan Remonta para aquellos trabajadores sin recursos, el adelanto a febrero de las bonificaciones a los fijos discontinuos y el desarrollo de inversiones estratégicas, como las ampliaciones de Cerler, de cara a un futuro próspero para el valle.

Más arriba un esquiador remonta solo una ladera donde debía haber centenares. Un convoy militar sube a Ampriu. A pie de pista se mantiene cerrada la Escuela Española de Esquí, una cooperativa de trabajo asociado con 26 autónomos. Una de ellos, Lola Gericó, entiende la decisión de Aramón. Como a ellos, ya no era rentable abrir, una opinión compartida por a estas fechas. «Ahora estamos esperando ayudas porque todos los gastos nos siguen llegando hasta diciembre que no tendremos, esperemos, entradas», indica Lola dado que mantiene a varios trabajadores en erte, alquileres y gastos de oficina.

Diferencias

Hace tres semanas Alan López sabía que, pese a que abriera Cerler, el Hotel Evenia Monte Alba seguiría chapado. No compensaba económicamente sacar a sus 29 trabajadores del erte para atender 132 habitaciones que apenas se llenarían. «No es lo mismo un pequeño hotel que un gran hotel. Es imposible abrir con estas restricciones de movimiento, abra o no abra la estación, pero entiendo que los pequeños negocios que viven del invierno y del esquí estén cabreados, porque no se ha hecho nada para mantener, aunque sea con las limitaciones, algo de actividad», indica este gerente que apunta que su público procede del País Vasco, Valencia, Madrid, Portugal y Francia. Ahora esperan una buena temporada de verano para remontar.

Uno de esos pequeños propietarios es Antonio Múñoz. Hace dos meses este mismo diario lo entrevistaba en su bar, El Paralelo. Su rostro refleja ahora menos desesperación, aunque en sus palabras siga depositado el cabreo. «Han sido dos meses negros. Al menos ahora ves que viene la primavera, que podemos utilizar la terraza y que están bajando los registros para abrir pronto la provincia», indica desde Cerler.

No entiende cómo no se han abierto las estaciones de porque «es una empresa participada públicamente y si tenía que haber abierto a pérdidas, lo tendría que haber hecho porque hubiera beneficiado a mucha gente», insiste Antonio, que cree que la mejor solución hubiera sido una demanda conjunta porque lo demás «es clamar en el desierto. Estás obligándome a cerrar y no hay ayudas directas, pues compénsame o vamos a un juez».

Carretera arriba empiezan a encontrarse algo más de tráfico. La Semana Blanca orienta a las familias hacia los Llanos. La estación de esquí de fondo tiene buena actividad, recogiendo el paro del alpino. Dentro del hotel Jorge Mayoral, su dueño, se remanga como uno más dentro de la cocina. «Ahora lo ves así pero entre semana sólo vienen un par de jubilados», indica. Para él las movilizaciones han tenido resultado porque «han incomodado y hecho ruido». Su indignación resuena al fondo del valle, su grito por recibir ayudas es un eco que desciende hasta Zaragoza y Madrid.