Las jotas, las mantillas blancas y los terceroles que ya no ocultan los rostros de los cofrades. Tres signos que ayer acompañaron a Cristo Resucitado en el tradicional encuentro glorioso con Santa María de la Esperanza y que, a su vez, cerraron una Semana Santa 2017 marcada por los aniversarios, las incoporaciones y por la gran acogida en las calles de la capital aragonesa.

Que este año se cumplieran 400 años de la primera salida procesional del Santo Entierro, considerada por su volumen de participación la mayor procesión de estas características en España, hacía prever que el 2017 sería un año que pasaría a la Historia. Y así ha sido gracias al trabajo de la Junta Coordinadora de Cofradías y la Hermandad de la Sangre de Cristo. El buen tiempo y la ausencia de incidentes, como en la Madrugá de Sevilla, también han ayudado a poner el broche de oro.

Participaron nada menos que 25 cofradías, un número único hasta la fecha, después de que el Arzobispado de Zaragoza diera el visto bueno a una cofradía, la de Jesús de la Soledad ante las Negaciones de San Pedro. Después de muchos años cumplimentando los requisitos necesarios para ello, alcanzaron su sueño in extremis, aunque no por ello sufrieron una pobre acogida. El resto de hermandades que eran conocedoras de su esfuerzo se volcaron con esta nueva cofradía, así como la ciudadanía. Hizo mucho la imagen que eligieron. Aunque el paso está incompleto porque falta la talla de San Pedro y de un gallo, el realismo de la talla realizada por el imaginero sevillano David Valenciano impactó y gustó en la calle.

Apostolado

También encandiló el nuevo apostolado que estrenó La Eucaristía firmado por la gubia del trianero José Antonio Navarro Arteaga. Se echó en falta el poder ver entrar el paso de misterio con costaleros en la iglesia de San Cayetano durante la madrugada del Jueves Santo. Y es que la altura de las imágenes, especialmente la de Judas, lo hizo imposible. Volvió a su templo en un remolque, un detalle que restó belleza al estreno. Esta circunstancia hizo que este paso no saliera en el Santo Entierro y La Eucaristía empujara sobre ruedas el Cenáculo de 1827 que procesionaba desde hace diez años en Épila. Veremos qué solución se da en el 2018 para que los zaragozanos disfruten de esta gran obra y los epilenses recuperen la que un día les cedió La Sangre de Cristo.

Dos incorporaciones con sello hispalense que demuestra que algo está cambiando en la Semana Santa de Zaragoza. No solo porque las hermandades miran al sur, sino porque también resulta atractivo entre la ciudadanía. El esfuerzo de los costaleros de La Humildad (cumplió 25 años de su refundación) y La Eucaristía o los terceroles que llevan a hombros al Cristo de la Séptima Palabra (esculpido por el andaluz Miñarro) y los de la Oración (celebró su 75 aniversario) se han convertido en un reclamo de convocatoria. A ello hay que añadir que algunas cofradías han recuperado el uso de la candelería de cera. Algo que estaba y que se perdió, pero que muchos devotos y visitantes agradecen por el ambiente íntimo que crean al caer la noche. «Que bonita es esta virgen, si llevara esas luces azules como otras no se luciría igual», espetaba una mujer a su marido durante la visita del sepulcro de San Cayetano, mientras contemplaba la imagen de la virgen de la Confortación que todavía se guardaba junto a otras en dicho templo. Una realidad que no rivaliza con los tambores y bombos que gustan y mucho, especialmente, por su valor identitario aragonés.

Tras estos días de Pasión comienzan las labores sociales de la hermandades. La Sangre de Cristo tiene un reto, que ya se debate, que el Santo Entierro no sea un desfile de cofradías.