La iglesia mudéjar de Santa María Magdalena, en el casco histórico de la capital aragonesa, vivió ayer uno de los días más grandes en sus ocho siglos de existencia. Tras una concienzuda restauración que ha durado 17 años reabrió sus puertas al culto con una solemne ceremonia de consagración a cargo del arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora.

«Hoy es un día para recordar, para agradecer y confiar», dijo el responsable eclesiástico en la homilía, ante un templo totalmente lleno para la ocasión. A mediodía, entre cánticos religiosos, el arzobispo consagró el altar, para lo que primero realizó una aspersión con agua bendita, luego extendió sobre el mismo una mezcla de aceite y bálsamo y terminó cubriéndolo de incienso.

A continuación, se estrenó la nueva iluminación y el arzobispo depósito un beso sobre la superficie del altar, tras lo que comenzó una misa en la que la máxima autoridad civil asistente fue el subdelegado del Gobierno en Aragón, José Abadía.

SINGULARES PINTURAS

El primero explicó a los presentes, antes de la ceremonia religiosa, que los últimos trabajos se han centrado en la consolidación de la estructura mudéjar y en la restauración del interior, donde destacan unas pinturas decorativas de mediados del siglo XVIII que afloraron durante las obras, bajo varias capas, y que son representativas de un momento singular en la evolución del arte sacro.

«La restauración ha sido un éxito», destacó Domingo Buesa Conde, doctor en Historia y director científico del Museo Diocesano de Zaragoza, que señaló que el templo, «muy vinculado a la historia de la ciudad, constituye también un compendio de distintos estilos arquitectónicos».

De hecho, durante las tareas de recuperación fueron descubiertos restos de la época romana y también los cimientos del alminar de una antiquísima mezquita. «Por aquí pasaba una calzada romana que se corresponde con el decumano máximo», explicó Buesa, que precisó que la Magdalena ha sido sometida a varias reformas a lo largo de su dilatada historia.

El arqueólogo de la obra, Salvador Melguizo, manifestó que la parte más importante de su intervención ha girado sobre las tumbas existentes en la nave de la iglesia, bajo el altar, en el trascoro y en las capillas laterales.

«Hemos actuado en criptas con baterías de nichos y en enterramientos con estructura de cuadrícula en los que se han hallado los restos de 327 personas, más unos 70 osarios, todo de los siglos XVI al XIX», informó Melguizo.

UNA TORRE ESPECTACULAR

Otra actuación de gran importancia en la reciente restauración ha sido la realizada para consolidar exterior e interiormente la torre campanario, que mide 47 metros de altura y ofrece «espectaculares vistas de la ciudad, el Moncayo y el Pirineo», según señaló un portavoz del Arzobispado de Zaragoza, que ha corrido a cargo del 50% del coste, mientras que Fomento ha sufragado la otra mitad.

La emoción era visible ayer en el párroco de la Magdalena, Juan Espallargas, que lleva 42 años al frente de la iglesia, que en la tarde de ayer reanudó su horario habitual de misas, tras haberse trasladado durante 17 años al convento de las agustinas de Santa Mónica. «Hoy es un día gozoso», subrayó el sacerdote.