Les había salido a los de Trieste un grano judicial justo en los terrenos donde va su Expo, y, por otro lado, el quítate tú p´a ponerme yo tenía alteradísimo al grupo del PP en el Ayuntamiento de Zaragoza. Así que estaba el alcalde Belloch más contento que unas pascuas. Pero justo en ese momento resucitó Paesa. Qué inoportuno, el tío.

A mí, en realidad, ver al tal Paesa redivivo tampoco me ha conmovido demasiado. Hombre, el tema tiene su guasa; pero el barullo original está ya como muy amortizado. Los barros habidos en Interior durante el felipato salieron a la luz en su día, provocaron los correspondientes procesos y encarcelamientos de muy altos cargos, amenazaron al mismísimo presidente del Gobierno (que todavía lo era) y determinaron su derrota electoral, para llevarle finalmente a una rápida e inexorable jubilación política (la de él y la de su sucesor designado). Con sus claroscuros y sus zonas de sombra, no estuvo nada mal la secuencia.

Ahora mismo, el quid está en otros asuntos, sobre los cuales aún flotan las incógnitas: la investigación judicial sobre el accidente del Yak , la auditoría relativa a la construcción de la línea del AVE Madrid-Zaragoza-Lérida o los aspectos más dudosos de la gestión del agua en la cuenca del Segura y en otras cuencas (la del Ebro incluída). De todo esto se ha hablado, sí; pero ha sido imposible hasta la fecha llegar al fondo y determinar las responsabilidades pertinentes (que alguien será responsable, digo yo).

En cuanto a Belloch, ofrece mucho más interés (sobre todo para los zaragozanos) observar cómo desempeña ahora su actual cargo de alcalde (por ejemplo poniendo orden en Miralbueno), que sus pasadas idas y venidas tras la pista de Roldán. Déjenme decirlo una vez más: de los vicios y errores del felipismo había que hablar y escribir cuando mandaba González, allá por los Ochenta y el inicio de los Noventa. ¡Pues anda que no han caído chuzos de punta desde entonces!