En mi instituto, el Tiempos Modernos de Zaragoza, ha tenido una penetración increíble. ¿Cómo un juguete tan simple puede tener esta influencia?». La pregunta la plantea Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, en relación al fenómeno del llamado Fidget Spinner, un artilugio en forma de aspa de tres brazos, con los extremos redondeados, que no deja de girar.

La única habilidad que requiere el juguetito es la de mantenerlo permanentemente en movimiento pero, pese a su sencillez, su popularidad se ha disparado en pocas semanas. «A mi me recuerda al yoyo o al cubo de rubik. Es un fenómeno entre adolescentes muy curioso porque, a la vez que se creen que son independientes, se dejan influir a la primera de cambio y son clones en todo. En un mes todos han caído en esta revolución», añadió Planas.

El debate pedagógico sobre el spinner ha tomado fuerza en las últimas semanas en España con la difusión a través de Facebook de la carta de un profesor andaluz que se lamenta, a propósito del juguete, de la escasa capacidad que tienen los jóvenes para pasar un tiempo sin hacer nada, para aburrirse. «Hay que poner un coto a su uso. Porque una tarea intelectual, como leer o escribir, no se puede alternar con esto de forma pedagógica. Sí que creo que, por su capacidad para fijar la atención, podría ser interesante para niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Ahí sí que habría una parte pedagógica, pero es un elemento que distorsiona y hay que utilizar con moderación», argumentó el profesor Planas.

El origen terapéutico del juguete se refiere a un verano de principios de los años 90, cuando la ingeniera norteamericana Catherine Hettinger lo diseñó con la intención de que lo usara su hija, entonces afectada de miastenia gravis, una dolencia autoinmune que causa fragilidad muscular.

Moda pasajera / «El hecho de que haya un origen pedagógico puede ser motivo de la revolución de ventas que ha habido, porque todo lo que tiene que ver con el conocimiento o una razón neurológica tiene mucho peso», señaló Planas.

En España, hay muchos colegios que han vetado el uso del Fidget Spinner en las aulas en el tramo final del curso, cuando más boom se ha registrado. Sin embargo, otros como la Escola Pía de Callela, en Barcelona, lo han permitido para aprender a extraer medidas aritméticas calculando cuánto tiempo gira el juguete de moda.

En Aragón, fuentes del Departamento de Educación precisaron a este diario que «no consta» que ningún centro lo haya aplicado de forma pedagógica.

«Pienso que será una moda pasajera, como muchas otras, y se quedará en un juego de verano. En cualquier caso, no es comparable a fenómenos tan importantes como el WhatsApp o las redes sociales, donde sí están expuestos a ciberbullying o acoso», explicó José Antonio Planas, quien apuntó que en el instituto Tiempo Modernos ha pasado ya «por cuatro cambios generacionales» desde que trabaja en él. «Ves que unas cosas se hacen virales y otras no. De inició estaba Twitter o Faceebok, ahora ya estamos en un nivel de obsesión por la fotografía, los selfies o el fenónmeno de estar siempre conectado», dijo Planas.

«Las consecuencias del uso de las tecnologías no son ni blancas ni negras, hay matices. Lo que hay que hacer es plantear un uso moderado y con control parental. También con el spinner hay que poner límites, porque puede distraer», añadió el aragonés.

Su precio, por poco más de cuatro euros, ha disparado las ventas en la comunidad. Es extraño no encontrarse con un niño que no disponga del artilugio. «Es difícil ver por qué engancha tanto. Lo que más difícil me parece de explicar es cómo llega tan pronto a todos los países, mediante diferentes canales. Es un fenómeno, señaló Planas.

En este sentido, Planas apuntó a una reflexión. «Esto nos hace ver hasta qué punto los menores son manipulables por las modas y las costumbres. Se trata de un juguete, pero en el futuro podrían verse influidos por otras cosas como las ideologías, por ejemplo», precisó.