Hubo un tiempo en el que se desplazaban hasta ellas cientos de zaragozanos. En el que los niños las elegían como escenario idóneo para sus juegos y travesuras. Pero, en los últimos años, el olvido les ha golpeado con fuerza. Ahora, están expectantes porque han oído por ahí que las van a arreglar. Aunque no terminan de creérselo del todo. El abandono y el paso de los años han derramado sobre ellas una gruesa pátina de escepticismo. Los vecinos que, todavía hoy, van a las riberas del Ebro dicen que la esperanza es lo último que se pierde.

"Yo confío en que vuelva a ser como hace treinta años, cuando toda esta margen, desde el puente de La Almozara hasta el Tiro Pichón, (lo que se conoce como la playa de Los Angeles) estaba repleta de gente. Venían hasta vendedores de helados y refrescos. Igual nos juntábamos aquí unas 500 personas. Lo cierto es que fueron buenos tiempos", recuerda Antonio, un zaragozano de 60 años que lleva más de 30 veranos tomando el sol en esta playa . "Cuando empezó a bajar el agua tan sucia --continúa-- la gente dejó de venir. Y con razón, porque hubo un tiempo, en los años 80 o por ahí, en el que de los desagües del Mercado Central salían restos de verduras y de animales. Era asqueroso estar aquí y ver pasar una lechuga".

A pesar de la contaminación que corre por las aguas del Ebro y del mal estado de sus riberas, no son pocos los zaragozanos que las prefieren a las piscinas. Unas veces porque resulta más económico; otras por la tranquilidad. "Aparte de que lo tenemos a cinco minutos de casa, no nos gusta el follón de las piscinas. Esto es mucho más tranquilo", aseguran Trini y Belén, unas hermanas, de 28 y 31 años, que llevan "toda la vida" bajando a la playa de Los Angeles. "De crías veníamos mucho. Hasta los diez o doce nos bañábamos, pero luego empezó a bajar muy sucia. Ahora, si te metes, el agua te deja en la piel una arenilla muy molesta", comenta Belén, mientras le aplica a Trini crema protectora.

Efectos de las crecidas

El escaso acondicionamiento de estos parajes no es el único elemento contra el que tienen que lidiar estos incondicionales de las riberas. El aumento del caudal, también influye. "Este año, como el río bajaba con mucha agua, no pudimos venir hasta mediados de julio porque el Ebro se come la playa", explica José, un vecino del Actur. Pero las fuertes lluvias también traen consigo elementos positivos. Y es que , según la DGA, mejoran las condiciones del medio fluvial, ya que no se producen acumulaciones y el agua se renueva continuamente. "Este verano el río baja mucho más limpio que el año anterior, pero no tanto como para bañarse tranquilamente", comenta José.

De todos los corrillos de playeros , se extraía la misma idea: la necesidad de un plan urgente que acondicione las riberas. "Debemos insistir --añade José-- en que no podemos dar la espalda al río, porque son los cimientos sobre los que se ha levantado la ciudad a lo largo de los años".