El Rincón de Goya siempre ha sido uno de los espacios más emblemáticos del parque grande de Zaragoza. Lo fue durante aquellos años en los que la música fue la protagonista durante las tardes y noches de verano y lo sigue siendo, ahora, sin su característico anfiteatro por el que pasaron desde Héroes del Silencio, hasta Camarón y Paco de Lucía o Leonard Cohen.

Su arquitecto, el aragonés Fernando García Mercadal, lo construyó a principios del siglo XX para homenajear al pinto Francisco Goya.

El Gobierno municipal decidió derribarlo en octubre del 2006: 5.300 metros cuadrados de música que se integraron en la enorme zona verde del todavía Parque Primo de Rivera. La responsable de Parques y Jardines de entonces, Carmen Dueso, calificó este espacio de «fondo de saco», abandondonado y pasto del vandalismo. «No tenía solución porque estaba muy degradado», recuerda ahora Dueso, que explicó que solo había dos opciones: «o se arreglaba o se cambiaba el uso» y esto último fue lo que se hizo. Según Dueso, reparar el anfiteatro y las gradas, completamente destrozadas, no era la mejor solución en previsión de que volviera a sufrir la misma suerte y se convirtiera en un lienzo público para los grafiteros.

«Los más románticos no lo entendieron, pero los tiempos habían cambiado. Hasta entonces, Zaragoza apenas tenía salas de concierto, pero en esos años aparecieron varias y el anfiteatro ya no era la única opción», comenta. Su derribo costó alrededor de 400.000 euros y marcó un antes y un después.

La construcción del Tercer Cinturón rompió cualquier ilusión de recuperar el Rincón de Goya. El intenso ruido producto del paso de los coches invalidó la acústica del recinto para la celebración de conciertos. La proximidad del anfiteatro a este nuevo vial de descongestión de tráfico aumentó los decibelios de ruido, así que consideraron que lo mejor era acabar con su espíritu musical.