Nacieron en los años 30 y en familias republicanas. "Nos llamaban los rojos", recordaba Daniel Noya, nacido en 1933. Este hecho les marcó la infancia. Una generación que en lugar de ir a la escuela acudía a la cárcel a visitar a sus padres, tíos y abuelos arrestados por luchar "por unos valores". "El analfabetismo del 36 ya no está ahora. No podíamos ir a las bibliotecas ni leer determinados libros", contaba María Libertad Álvaro, que el día que la bautizaron, cuando ya era mayor, le robaron la palabra Libertad de su nombre.

Durante el franquismo, muchos de ellos tuvieron que ser bautizados "por seguridad", apuntaba Noya que detesta la sociedad actual. "No sé que es lo que pasa, la gente es muy pasota, estamos perdiendo los valores que ganamos" y que resumen en dos: igualdad y educación.

La escuela era un privilegio, cosa de ricos o de muy pobres que recibían clases por pena. Eso sí, esos afortunados "entrábamos por otra puerta".

La escuela pública, igualitaria, de todos fue una de las obsesiones de los republicanos. "Todo estaba monopolizado por los curas y las monjas, la república creó la educación para iguales", explicaba José Manuel Cantín. Fue la educación la que facilitó el progreso, pero, "no tuvimos tiempo para más", lamentaba Noya.

Ahora, octogenarios y con muchas etapas en sus recuerdos, critican la democracia actual. "¿Cinco millones de parados es democracia?", se preguntaba Pablo Marcos. Para José de Sus "hace falta otra revolución, pero es difícil que salga adelante".