No hay quien pueda con La Romareda. Al menos, de momento. El estadio del Real Zaragoza contempla con una media sonrisa cómo el paso de los años es directamente proporcional a la incapacidad política para activar un nuevo proyecto para la ciudad que sea capaz de dotar a la capital del Ebro de un campo de fútbol a su altura. Los fracasos para reformar el actual templo zaragocista o construir uno nuevo en otro emplazamiento se han repetido en los últimos 20 años. Fue en 1999, con un gobierno municipal liderado por Luisa Fernanda Rudi, cuando la UEFA dio un tirón de orejas a la ciudad por el mal estado de La Romareda. Y hasta hoy.

Sin embargo, el alcalde de Zaragoza, el popular Jorge Azcón, lleva grabado a fuego que será él quien será recordado como el artífice de desencallar un asunto que lleva camino de convertirse en la prueba más palpable de que la quinta ciudad de España todavía sigue anclada en el siglo pasado. Y eso, claro, provoca que la diferencia con ciudades como Valencia, Sevilla, Málaga y Bilbao sea cada vez mayor. Mientras unas tienen el futuro entre ceja y ceja, Zaragoza sigue tropenzando, una y otra vez, en la misma piedra. Un comportamiento que, por cierto, va más allá del asunto de La Romareda.

Por ello, cualquier intento de avanzar y de cambiar la dinámica de la ciudad es loable y bienvenido. Pero Azcón ha comenzado mal, porque todo proyecto debería estar cimentado en tres aspectos sin los cuáles está abocado a un nuevo fracaso: consenso, financiación y transparencia. Es una lección que el popular debería haber aprendido ya.

El más difícil todavía

Sin un acuerdo político (y social) es imposible, visto lo visto, sentar las bases de una nueva Romareda. El equipo municipal del alcalde pivota sobre el apoyo de Ciudadanos y Vox, y en el Gobierno de Aragón están representados cuatro partidos de distinto signo político. Es decir, más difícil todavía.

Por eso, llama la atención que hace casi dos semanas el alcalde de Zaragoza viajase a Bilbao como si quisiera mirarse en un espejo que nada tiene que ver con la realidad aragonesa. Efectismo se llama. Y solo un día después presentase un convenio con el Real Zaragoza lleno de dudas. Y eso, siendo generosos. Porque otra de las grandes lagunas del proyecto es cómo se financiará, una cuestión nada baladí.

El Ayuntamiento de Zaragoza ha diseñado un plan cuyo coste se desconoce y que está ligado a la suma de apoyos de otras instituciones y entidades (públicas o privadas) para poner en marcha la financiación inicial. Pero, pequeño problema, no ha cerrado nada todavía con ellas.

Vamos, que es como si un joven fuese al banco y le dijese al comercial que le atiende: «mire, quiero comprarme un piso, pero tengo que hablar todavía con mi padre para ver si me puede dar una entrada porque, de momento, yo solo tengo un sueldo de 900 euros. Eso sí, si puede ser, por favor, que el préstamo sea a 75 años, así lo puedo ir pagando más cómodamente». El comercial, descojonado, le pregunta al joven: «¿Y cuánto me dice que vale la vivienda que se quiere comprar?» A lo que el joven le responde: «Pues mire, no lo sé, puede ir de los 150.000 euros a los 300.000 euros, pero se lo devolveré al banco en función de cómo me vaya el trabajo».

La hucha rota

¿Se lo imaginan? Azcón sí, a pesar de que el Ayuntamiento de Zaragoza está «en quiebra», según afirma el propio equipo de Gobierno, y de que Hacienda no le quita ojo al Real Zaragoza por las deudas contraídas. El club deberá pagar a la Agencia Tributaria 2,44 millones en el 2020, 2,99 millones en el 2021, unos 3,80 millones en el 2022, más de 4,3 millones en el 2023 y 5,16 millones en el 2024 y 2025.

Por tanto, a la falta de un consenso político claro para emprender la reforma de La Romareda, se unen las dudas más que razonables sobre cómo financiarla. En el nuevo San Mamés, el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Vizcaya y Kutxabank desembolsaron 50 millones cada una, mientras que el ayuntamiento aportó un total de 11 millones de euros.

El presidente Lambán ya lo dijo el pasado viernes en el pleno de las Cortes: «¿Se imaginan a Ibercaja, Caja Rural de Teruel o Bantierra poniendo 50 millones de euros?». A renglón seguido dijo que ni la DGA, ni la DPZ ni el Ayuntamiento de Zaragoza están en disposición de poner esa cantidad. Eso sí, Lambán se ofreció a declarar el proyecto de interés autonómico si está atado, que es lo mismo que prometer la luna.

Por lo pronto, que se sepa, está todo por hacer. Y esa es, precisamente, la tercera pata que cojea del plan ideado por Azcón, la falta de transparencia. Quizá el alcalde está poniendo mucha leña en ese fuego o quizá haya algo que todavía no se sabe. Lo que parece claro es que La Romareda no se puede reformar sin consenso, sin financiación y sin transparencia. Y ninguna de las tres condiciones existen a día de hoy.

Y eso, por no hablar del retorno que podría tener un estadio nuevo para Zaragoza. Sin duda, lo tendría, pero quizá haya otros proyectos más urgentes y que dinamizarían más la ciudad para hacerla más habitable, más agradable y más visitada. Las inversiones en los barrios para descentralizar la actividad del centro de Zaragoza, y la línea dos del tranvía también contribuiría a hacer de la capital una referencia en cuanto a movilidad sostenible. Pero eso está ya descartado y duerme en un cajón el sueño de los justos. Son solo dos ejemplos.