El viejo Rodén, un pequeño pueblo cercano a Fuentes de Ebro, murió en la guerra civil. Durante la contienda, las casas fueron desmanteladas. Sus piedras y vigas se utilizaron para excavar trincheras que todavía aguantan y en las que nadie resiste. La iglesia de San Martín, una joya de inspiración mudéjar, quedó hundida para siempre (pero con una torre en piedra de alabastro desafiando al paso del tiempo). Sus vecinos no soportaron la desolación que dejó el enfrentamiento. Rodén fue abandonado a pesar de los pocos vecinos que se resistían a marcharse. En la actualidad, una visita a sus calles permite enfrentarse al abandono: a las hierbas que crecen en los portales, al óxido, a las sucias telas de araña. Al final pudo el olvido y un nuevo pueblo acogió a los antiguos vecinos.

Lo que queda de la iglesia presenta un indudable interés artístico, pues su estilo arquitectónico se enmarca en el gótico mudéjar, que algunos especialistas fechan en el siglo XIV. De lo conservado destaca, según el servicio de cultura de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ), la portada realizada en ladrillo, por medio de un arco apuntado, sobre otro rebajado en degradación y apoyados en pilastras. Conserva una hornacina en el tímpano con restos de una cabeza tallada en yeso. La torre es lisa totalmente, sin motivos decorativos, aunque tenga la peculiaridad de ser la única en España levantada en bloques de alabastro (o piedra de yeso). Gracias a una ayuda de la DPZ, antes del verano terminarán una obras de consolidación para evitar su hundimiento definitivo.

Sin luz ni agua

Para evitar la desaparición definitiva de Rodén, además de los proyectos de restauración, hace unos meses se constituyó la asociación Torre-Rodén, en la que un grupo de medio centenar de voluntarios trata de luchar contra el olvido de una forma activa. Según señala su presidente, Alfonso Soro, intentan "evitar la destrucción del pueblo y dar a conocer un lugar que merece la pena salvaguardar". De esta forma quieren que se tome conciencia de que el patrimonio es una fuente de desarrollo que se debe utilizar de una forma sostenible, con el fin de asegurar su transmisión. Soro lamenta el desconocimiento del lugar, pese a su evidente valor, incluso entre las poblaciones cercanas. "Mucha gente desconoce la importancia de este lugar y prácticamente nadie viene de visita, excepto cuando aparece en los medios por algún motivo", reconoce el presidente de la asociación. Desde la agrupación lamentan el poco interés institucional en difundir el valor patrimonial del viejo Rodén, aunque esperan que su trabajo sea un primer paso en la tarea de difusión y promoción.

"En aquellos años de posguerra los pocos que resistieron aguantaron en penosas condiciones, hasta que la llegada de Regiones Devastadas impulsó la construcción de un nuevo pueblo, en el que ahora viven unas 30 personas", explica Soro. El nivel de destrucción era tan grande que no merecía la pena volver a levantar lo desaparecido. De hecho, "antes de la guerra había electricidad y tras la contienda los pocos que volvieron tuvieron que sobrevivir sin luz ni agua corriente", precisa.

El recorrido por las calles desiertas es completamente libre, prestando especial cuidado por el estado de ruina en la que se encuentran casi todos los edificios. En los alrededores también se puede encontrar un poblado de la edad del hierro (se llega tras un breve paseo de cuatro minutos) y los restos del llamado castillo del moro, aunque no hay información fidedigna sobre su origen. En la actualidad se está trabajando en la instalación de paneles informativos que permitan identificar las casas y los puntos de interés para que la visita sea más provechosa.

Para compensar tantos muros de abandono, es recomendable completar la visita con un paseo por el centro de Fuentes de Ebro. Conocido en todo Aragón por sus cebollas dulces (al parecer son las aguas de la zona las que contribuyen a su suave sabor, según explican los más mayores del lugar), en su casco histórico destaca el templo renacentista dedicado a Santa María, levantado posiblemente sobre una iglesia anterior de estilo mudéjar, de la que copia algunos elementos.

Su torre, reconstruida en varias ocasiones, tiene un interesante toque modernista que la emparenta con otras obras de su arquitecto, Félix Navarro, como pueda ser el mercado Central de Zaragoza.