El trabajo presentado por el Instituto Aragonés de la Mujer (IAM) recoge los testimonios comunes de toda una generación de mujeres que se enfrentaron al matrimonio durante el franquismo.

Las mujeres en aquella época se solían casar jóvenes, entre los 18 y los 25 años. Algunas habían tenido algunos años de noviazgo o festejo, como se dice en Aragón, antes de casarse, pero aún así no se conocían prácticamente con el futuro marido. Esta situación, lógicamente, les causaba «cierta sensación de vértigo» y, de hecho, algunas comentan que el primer año de matrimonio era el que más costaba por eso: había que conocerse. Todas eran muy jóvenes, inexpertas en las relaciones de pareja y pasan de convivir con sus padres a hacerlo con un hombre al que casi no conocen.

Entre las voces que figuran en el estudio figura una mujer rural resignada a su situación. «Sabes hasta dónde puedes tirar, cuándo te tienes que callar, cuándo no, y él lo mismo...», describe.

Y aunque en algunos casos aquellas jóvenes celebraron el matrimonio como una forma de escapar de la tutela de sus maridos, pronto descubrieron que la situación era muy diferente a lo que imaginaron. «Con los años he visto que no era la persona adecuada para mí, yo necesitaba una persona alegre y él no lo era», dicen.