Todas y cada una de las circunstancias que se dieron en el antes y el después del accidente del Yak ucraniano desmienten con singular crudeza la supuesta sintonía entre la derecha española y el Ejército (al menos si entendemos las Fuerzas Armadas como colectivo humano y profesional, no como instrumento definitivo para llegar al poder político). Un servidor de ustedes, que pese a las apariencias es persona ordenada y apegada a las tradiciones, se horrorizó ante la escasa sensibilidad escénica de quienes organizaron el funeral colectivo por las sesenta y dos víctimas, alucinó al ir sabiendo las condiciones en que se organizaban aquellos vuelos al Asia Central en aviones tan obviamente precarios y quedó anímicamente derrengado cuando todo aquello no acabó con la dimisión del entonces ministro de Defensa (Trillo); quien, por el contrario, pudo permitirse la desfachatez de tratar con total desdén a los familiares de los fallecidos. Mientras tanto nos íbamos enterando de que ni los cadáveres ni sus efectos personales habían sido convenientemente identificados, ni se habían cumplido las normas forenses que rigen en estos casos, ni nada de nada.

¿Fue todo aquello un ejercicio de sadismo gubernamental? Sin duda. Irak y Palestina van de mal en peor; pero en Estados Unidos el ex-presidente Aznar lamenta que las tropas españolas no sigan allí. Oriente se hunde en el caos, sube el petróleo, caen las Bolsas, tiemblan los indicadores macroeconómicos, los analistas auguran graves problemas porque España --dicen-- no puede seguir tirando del consumo familiar y la construcción (¿pero cómo, si anteayer aún presumíamos de la solidez de nuestro fulgurante modelo?), crece el déficit sanitario... ¡No se quejarán de la herencia que hemos dejado!, replican desde el PP.

Estamos desquiciados, dice Valdano desde Madrid. Advierten que lloverá el día de la Boda . Más sadismo. Por lo menos el Zaragoza ha salvado la temporada. Dios aprieta... pero no suelta.