La noticia de que el despacho del arquitecto Norman Foster ha ingresado tres millones de euros por un proyecto de ampliación de la estación de Cerler que podría no llegar a hacerse nunca ha caído como un jarro de agua fría en el helado panorama de nuestra economía.

El pago de esa astronómica cantidad se hizo desde la sociedad semipública aragonesa Aramón, siendo gobierno el PSOE y el PAR.

No es la primera vez que algo así ocurre. Siendo gobierno de Zaragoza el PP, otro arquitecto, Ricardo Bofill, cobró el proyecto de un nuevo estadio de La Romareda que tampoco llegaría a construirse.

Se me ocurren dos o tres ejemplos más de lo que podríamos llamar macroproyectos frustrados. Y supongo que, entre los de menor cuantía, todavía descubriríamos unas cuantas filfas o fraudes más.

¿De quién es la culpa de lo de Castanesa?

En principio, puesto que nadie parece que vaya a pagar los platos rotos, esos millones de euros hoy perdidos, de ninguno, pero el personal de a pie se pregunta si estamos dirigidos por personas normales, que piensan con la cabeza, o con ciudadanos perturbados que, mediante el trampolín de los partidos políticos, han dado rienda suelta a su megalomanía y sueñan, pensando con los pies, en pasar a la historia por su cuenta, a riesgo de las cuentas de los demás.

Con toda seguridad, un particular que contratase a Norman Foster, viéndose comprometido a adelantar una parte de sus honorarios, vería al menos construida su mansión, su bodega, su rascacielos o su pista particular de esquí. Curiosamente, esa seguridad financiera y contractual se tambalea cuando hablamos de inversión pública. ¿Cómo calificar a los gestores que han perdido en la operación de Castanesa cerca de quinientos millones de pesetas? ¿De demasiado tontos o de demasiados listos?

A los señores interesados les interesaría, por su bien, la primera de las respuestas, pero, en ese caso, si tan poco avispados, o preparados eran o estaban, si se tiraron en trineo contratando a Foster antes de haber amarrado terrenos y permisos, ¿por qué ocupaban altos puestos de dirección en una sociedad mixta?

Ya lo decía el refrán; tonto, tonto... nieve, nieve.