El Museo Pablo Serrano empieza a animarse.

Su directora, Marisa Cancela, transmite un moderado optimismo. Está en vísperas de estrenar la colección Circa, un servicio de restaurante y algún otro atractivo, y ahora mismo tiene tres buenas exposiciones en planta, una cinematográfica y dos pictóricas. Correspondientes éstas a un valor consagrado, Víctor Mira, y a un talento emergente, Natalia Escudero.

Precisamente en la inauguración de Natalia Escudero, admirando los óleos, collages y tintas que esta artista zaragozana residente en Alemania, muy joven, de sólo veintidós años, pero con una técnica y un instinto plástico que apunta muy alto, ha aglutinado bajo la muestra Testimonio de hoja perenne, me encuentro a otra mujer que pinta mucho, aún sin pintar. Me refiero a Lola Durán, comisaria de arte y organizadora de algunas de las más originales exposiciones de pintura que hemos podido disfrutar últimamente.

La última que lleva su firma es El eterno femenino, Retrato entre dos siglos, expuesta en el Patio de la Infanta de Ibercaja.

De las paredes de esta ya clásica sala cuelga un recorrido apasionante que nos permite jugar con muy diversas estéticas y lecturas en torno a la belleza y el misterio de la mujer. La escritora Magdalena Lasala propone, por ejemplo, una suerte de argumento paralelo a la evolución de la mujer española en nuestra literatura y otras disciplinas artísticas. Desde las mujeres de Pradilla, distantes y nobles, pero pasivas, como esperando a que la vida viniera a buscarlas, a las fantásticas y electrizantes bailarinas de Miquel Barceló hay más de un siglo de distancia, pero se hace corto si reflexionamos sobre la dimensión del salto estético y moral realizado en ese tiempo por lo que a la integración y protagonismo de la mujer se refiere.

El eterno femenino reúne piezas de María Blanchard, Pablo Gargallo, Manolo Valdés, Ramón Casas o Ignacio Zuloaga que se nos grabarán en la memoria para que las sigamos recordando como arquetipos.

Las mujeres también tienen protagonismo en el Palacio de Sástago con Picasso, Arte y arena, prodigiosa muestra del talento del pintor malagueño para reflejar la tauromaquia. Carmen, la de Mérimée, se da la mano con mujeres de carne y hueso, como la sufrida Jacqueline, musa y esposa de Picasso, o Lucía Bosé, solo musa, que sepamos. Mujeres que pintan y mujeres pintadas...