El presidente español, Mariano Rajoy, ha decretado esta vez no un recorte de gasto social o de paga extraordinaria, no otro impuesto sobre las clases medias, sino el intangible del final de la crisis y del advenimiento de la prosperidad. Recibiendo por ello la felicitación de sus ministros.

Puede que, incluso, en el marco de semejante orgía de complacencia, don Mariano se haya felicitado a sí mismo --modesta, discretamente, como es él-- por su inteligencia estratégica, por su gestión de la crisis, por lo bien que ha jugado con sus cartas y plazos, con los indignados y con los bancos, con los salarios y fusiones, con la prima de riesgo y con tantos primos que aún no se dan cuenta de los fantásticos montajes de nuestro divino Gobierno.

Según su representante en la tierra, todo va bien. La deuda española, según las siempre escrupulosas agencias de Wall Street, mejora; el plan secenionista de Mas ha sido condenado en el Congreso de los Diputados, y el Real Madrid vuelve a mandar en la Liga. Hay que evitar las fugas por la extrema derecha, que esos amigos con buenas intenciones sigan en la casa común, hay que machacar a los sindicatos y domar a los medios ajenos a la debida obediencia, amén de recuperar el trasvase del Ebro; pero, como el propio Rajoy aconsejaría, todo a su tiempo, con calma, todo se andará, se irá decretando.

En Aragón, con un paro galopante y el tejido empresarial hecho papilla, el primer día del final de la crisis no ha hecho sino ratificar lo que el ejecutivo de Rudi y de Biel venía sosteniendo: estamos bien y aún estaremos mejor.

Para convencerme de ello y celebrar el final de la crisis salgo a la calle, pero no veo vacas gordas, sino hombres flacos deambulando con las manos en los bolsillos, como si no tuvieran nada que hacer. Veo a unos cuantos mendigos pidiendo y a otros que revuelven los cubos de la basura. ¿Qué les sucede? ¿No saben que la recesión ha terminado? ¿Cómo no han accedido todavía al decreto de Rajoy?

En cuanto pongan el telediario, el bueno, el de la 1, sonreirán. El maná, los euros, los puestos de trabajo, créditos y oportunidades están a punto de regresar a sus vidas. Gracias a la desprendida labor de un presidente paciente, tolerante, pactista, progresista, que ha derrotado a la historia sin pedirnos nada a cambio. Si acaso, un poco más adelante, el voto, pero eso también se andará...