El final oficial de la crisis --ah, ¿no lo sabían?-- ha traído la primavera y los buitres.

Los políticos vuelven a sonreír, los candidatos a eurodiputados --pero no, no me refería aún a esos buitres-- sobrevuelan ya por las demarcaciones electorales y, ahora sí, los cuervos de Wall Street desembarcan en la economía española como en un país devastado tras una larga guerra.

¿O puede que sólo sea un decorado?

Lo sugiero porque personajes tan dispares como Alfonso Guerra o Berlusconi advirtieron en su momento de que la crisis no era tal, sino una reacción provocada deliberadamente por los agentes financieros, y a la vista está que tenían razón. Al menos, en parte.

La experiencia aconseja partir de una verdad absoluta: las recesiones económicas son a los Estados Unidos como sus guerras coloniales; imprescindibles.

Cada diez años, coincidiendo preferentemente con legislaturas republicanas, necesitan invadir un país para quemar su exceso de armamento, y cada diez años, más o menos, sus estrategas financieros provocan la alarma en los mercados para forzar a los gobiernos europeos --en particular, a los conservadores-- a refinanciar bancos y deudas, abandonando momentáneamente a la empresa privada para poner en dificultad compañías nacionales, españolas, italianas, griegas, todavía no participadas por el Tío Sam.

Con el descenso de sus ventas bajará asimismo el precio de tales compañías, y para las grandes corporaciones norteamericanas será más fácil y barato participarlas, incluso adquirirlas.

Después del desembarco en España, en plan MacArthur, de Bill Gates y de otros financieros santificados por la opinión pública, es la hora de los carroñeros.

La revista Tiempo advierte sobre el inminente aterrizaje de los llamados fondos buitre, caracterizados por su oportunismo. Un reportaje de Miguel Cifuentes nos recuerda las especies que nunca estarán en extinción: Morgan Stanley, Apollo, Lone Star, Cerberus, Blackstone, Centerbridge, Goldman Sachs... Más una larga lista de alados ojeadores que han puesto sus ojos en el sector turístico español para comprar cadenas, como HUSA, hoteles, como el Miguel Ángel...

¿No era el turismo nuestra gallina de los huevos de oro? ¿Por qué no invertimos en este sector, en lugar de entregárselo a los especuladores?