L da Asociación de Ex--Parlamentarios me invita a dar una charla en las Cortes de Aragón y me desplazo muy a gusto a La Aljafería, tanto por la compañía y el público como por el marco.

El profesor Jorge Sanz, especialista en géneros literarios (esto es, un crítico formado y serio, no como los que generalmente castigan al lector desde los suplementos culturales), y Pilar de la Vega, me acompañan en la tribuna y disfrutamos de hora y media hablando de Dostoievski y de Edgar Allan Poe, de Daniel Defoe, el inventor del periodismo judicial, y de Erle Stanley Gardner, el inventor de los detectives jurídicos.

Luego, en la tertulia, analizando el momento y charlando de política a capón con Alfonso Sáenz Lorenzo, Carlos Peruga, José Luis de Arce o la propia Pilar de la Vega, ninguno descartaba la posibilidad de que se produjera un levantamiento popular en España, una explosión de cólera en las calles frente a la larga crisis económica y la situación de millones de españoles sin trabajo o sin recursos, incluso decenas de miles sin un mal techo bajo el que cobijarse. La experiencia de estos veteranos políticos les dice que estamos frente a un panorama distinto, con nuevos fenómenos sociales y serios problemas de identidad. En cuanto a la monarquía, también se compartieron algunas dudas...

Al día siguiente todavía no había estallado la revolución en España y pude viajar a Ejea de los Caballeros con Carmen Posadas, cuya última novela, El testigo invisible, habla también de levantamientos populares. Los que, reunidos en la Revolución soviética, derrocaron al último zar de todas las Rusias, fusilándole por orden de Lenin, como a toda su familia, la zarina, las tres grandes duquesas y el príncipe heredero.

En el Teatro de la Villa de Ejea, que mantiene una excelente programación gracias a los desvelos de la concejal Elena Guinda y de sus competentes colaboradores, le pregunté a Carmen Posadas si un personaje como Vladimir Putin, el vencedor de Crimea, podría soñar con resucitar la figura del zar y fundar una dinastía como la de los Romanov, susceptible de sobrevivirle y perdurar en el tiempo. No me atreví a decir que Putin ya tiene un hijo, políticamente hemofílico, en Medvedev, como Nicolás Romanov lo tenía en Alexei, pero la escritora no repuso que no.

Tiempos convulsos.