Los grandes papas y cardenales han sido hombres políticos. No sé, o no estoy muy seguro de si el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, es un gran hombre de Iglesia, pero sí sé que es un político. Pues sólo un político habría aprovechado el funeral de un hombre de Estado como Adolfo Suárez para hablar de política. Del blanco y el negro en política. De la concordia y de la guerra civil.

Últimamente, de la guerra civil sólo se acordaban los novelistas jóvenes a los que ya en las primeras postas o entregas se les va acabando la gasolina y tiran del carro o de las batallitas del abuelo, pero ahora, con la incorporación de los curas, de Rouco, la contienda fraticida del 36 se ha plantado ante el espejo de la historia reflejando en un lado a Lluis Companys y en el reverso, como las dos caras del Anticristo, a Artur Mas.

El president de la Generalitat, sentado entre dieciséis colegas, presidentes de las otras Autonomías, con los cuales no tiene mayor relación, debió escuchar la homilía de Rouco pensando en lo que sucederá el próximo 9 de noviembre y sucesivos, cuando saque o intente sacar las urnas a las calles de Cataluña y Rajoy le responda sacando a las calles de España la vergüenza torera, la Constitución, los tanques, la Legión, la Guardia Real, el somatén o los héroes de Perejil.

El caso es que muchos españoles, creyentes o no, se temen con las urnas de Mas, sino lo peor, la guerra, un alzamiento, sicarios disparando en la noche, sí un nada evangélico Cristo, de padre y muy señor mío, con refriegas callejeras, pancartas, amenazas, frustraciones, guerra de nervios, de medios e intereses... No tanto, como profetizaba Rouco, una II guerra Civil en España que acabaría, con o sin Cataluña, en III República, o a saber Juan Carlos de qué modo, como en un conflicto cronificado.

Hemos oído frufrú de sotanas, pero no, aún, ruido de sables. Entre otras cosas porque el Ejército se ha profesionalizado. No es de descartar, empero, que algún iluminado empuñe la espada y la cruz para una nueva reconquista.

En medio de tan sobrenaturales asuntos, queda disculpada Luisa Fernanda Rudi por no haber aprovechado el funeral de Suárez para atornillar a Mas exigiéndole, en obediencia al Papa Francisco, la entrega de los Bienes de la Franja. ¿Qué son, en efecto, unos cuantos cuadros comparados con el cuadro que se nos viene encima?