El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, es hombre tranquilo. Se toma las cosas con calma. No conoce el poder, pero sí el tiempo, y sabe que este, antes o después, pasa por aquél. Se trata, básicamente, de estar, de permanecer, no tanto como de ser.

Como España, vamos.

España es porque en el tiempo se ha ido agregando y extendiendo a sí misma con poderes y espacios territoriales, en una suma compleja y confusa resuelta antes a golpe de cornetín y en la Transición con la raya constitucional, de la misma manera que las fronteras de África se trazaron a lápiz.

De vez en cuando, alguna de las viejas tribus irredentas, vascos, catalanes, gallegos, asoma con nostalgia el hacha de guerra, y se ve a un Caballo Loco espantar la pradera blandiendo el referéndum de plumas y la protección del Gran Manitú.

Pero los casacas azules ya se han acostumbrado a tales tumultos y no por eso se ponen nerviosos. Se toman su tiempo, como Rajoy, para armar patrullas, convoyes, y aislar y cercar con el Séptimo de Caballería el territorio rebelde. Construyen un fuerte, venden a los rebeldes armas inservibles y agua de fuego, hasta que la furia mengua, Caballo Loco se convierte en Caballo Cansado y el tiempo trae nuevas distracciones, como el espectáculo de Búfalo Bill.

Ya le pasó a Ibarretxe, antaño terror de las praderías vascas, hoy no más que un respetable jubilado de la politica regional. Le sucedió a Pujol y les sucederá a Artur Mas- y a Iñigo Urkullu (porque éste último, tras ponerse claramente celoso debido al protagonismo de Mas, acaba de sacar el tomahawk).

Serán, como sus antecesores, otros caciques, otros chamanes, Tarradellas, Arzallus, Companys, Sabino Arana, profetas, visionarios, mártires, iluminados que la historia, el tiempo, irá retirando y conservando a la vez, hasta arrinconarlos en los manuales, en las efemérides, en esa España eterna de Rubalcaba y Rajoy --y del monarca, claro--, redonda, cerrada, europea, inmemorial (al carecer de memoria), e intemporal (al eternizarse en espera del cambio).

Piensa Rajoy que si nadie ha conseguido vencer el tiempo tampoco él, que lo representa, caerá víctima del plazo o la caducidad. Simplemente deberá ir retrasando todo, las huelgas, los referéndums, para seguir en lo suyo y a lo suyo, evitando concluya su tiempo en el poder.