Los principales partidos políticos de ámbito nacional, esto es, el Partido Popular y el Partido Socialista, no han perdido aún las elecciones europeas, pero sí acaban de desperdiciar una magnífica oportunidad para renovar sus estructuras y cargos.

Porque sus respectivos números uno a Europa, la socialista Valenciano o el conservador Cañete son políticos profesionales, miembros del aparato, de la dirección, en modo alguno nuevas apuestas políticas capaces de reformar Europa desde nuestro país, o a nuestro país desde las instituciones europeas.

Pero es que, y abundando en el error, además de a Cañete y a Valenciano, conservadores y socialistas se han limitado a agregar a sus listas a otros miembros del aparato, o de la dirección, o a invitar a repetir a ex parlamentarios que en su día encontraron cobijo en Bruselas y que, elección tras elección, siguen repitiendo en el puesto, hagan o no, trabajen más o menos, tengan o no iniciativa, o, como el caso de los parlamentarios/as aragoneses se tiren años y años sin aparecer en la prensa, sin ser noticia, reducidos/as a probos funcionarios de Europa, envejeciendo plácidamente, con suculentos sueldos, eso sí, prebendas y dietas, secretaria y coche oficial.

En consecuencia, los críticos tenían razón.

Toda la razón, en efecto, amparaba a quienes acusaban al bipartidismo de perpetuarse a sí mismo en sus estructuras, ideas, estrategias, nombres y cargos. De haber reducido el escenario político español a una mera apuesta de intereses entre dos jugadores que sólo aspiran a ir relevándose a sí mismos, eterna, circular, inamoviblemente, fingiendo ser temibles antagonistas, pero dándose la mano a la salida del debate, de la comisión, hoy por ti, mañana por mí, por nosotros siempre...

Si a los que vamos siendo veteranos la aplicación formulativa de la gerontocracia nos irrita, imaginemos qué verán los jóvenes en estos candidatos rutinarios, repetitivos, consagrados al desdén y la crítica hacia el rival en lugar a la construcción de nuevos espacios económicos y sociales en Europa.

Por lo que Aragón, respecta, nuestros eurodiputados/as pintan menos que Pichorras en Pastriz. No han conseguido nada importante y lo que cabe esperar de su aportación al bien común es más de la misma nada. ¡Qué pena!