El rey Juan Carlos ha bromeado con el papa Bergoglio, o el Papa ha bromeado con el Rey al cederle el paso por una de las estancias del Vaticano con aquel humorístico "Primero el monaguillo". Al monarca español le hizo gracia la salida papal, se rió, rió también Francisco y la escena fue noticia, como lo sería asimismo que en la posterior entrevista mitrado y coronado hablaran de Ucrania. ¿Para qué?, se preguntará algún escéptico. Pues para llevarles la democracia y la paz, le responderá el hombre de principios. Seguro, en cualquier caso, que la crisis ucraniana les haría tan poca gracia como las ínfulas de Vladimir Putin por restaurar el Telón de Acero.

El Rey vuelve, en cualquier caso, y no solo a sonreír.

La revista Tiempo, que le dedica su portada esta semana, subraya ese triunfal regreso en un reportaje que trata de su rápida recuperación, desde que se puso en manos del doctor Cabanela, y en alas de su agenda laboral, cuajada de actos, con abundante presencia real en el territorio peninsular, incluidos Cataluña y País Vasco.

Sonríe el Rey y vuelve a oficiar las alegres ceremonias de la Corona, sin el monaguillo Iñaki, que se le bebía el vino, y con el infantico Felipe cada vez más entonado en el trascoro.

Parece que los fieles, los súbditos, regresan al templo, y que fuera de la Casa Real ya no se oyen las voces de incrédulos, indignados, republicanos.

Sabe el Rey, y sonríe por ello, que frente a una nueva consulta electoral no ha surgido en su viejo y sabio reino alternativa seria al sistema de bipartidismo monárquico en que la democracia española progresa desde los orígenes de la Transición. Han partido ya los eurodiputados hacia su viaje electoral y no se ve entre ellos la bandera tricolor, no se ve anarquismo ni líder, apenas una tímida emanación de las acampadas de la Puerta del Sol. Mucho euroescéptico, eso sí, y demasiado abstencionista en potencia, pero Juan Carlos está bien, se recupera día a día, y semana a semana va viendo también cómo se deshincha Mas, cómo Urkullu se hincha de envidia, y cómo sus dos fieles acólitos, Rajoy y Rubalcaba, ofician los seglares apostolados de la democracia.

Todo va bien en la Corona, pues no ha pasado nada, amén de la anécdota papal, y de si Juan Carlos camina con bastón o muleta.