Dos políticos de distinta ideología, Luis de Grandes, del PP, y Ángela Labordeta, de CHA, han coincidido estos días de campaña en la reivindicación del Canfranc. Una de nuestras más viejas banderas. William Faulkner añadiría: "Sobre el polvo".

Porque el Canfranc ahí sigue, cerrado a cal y canto, con sus vagones de película del Oeste y su línea férrea, encantadora solo para observar el paisaje, pero poco práctica para viajar a ningún sitio. Ahí siguen también los franceses, obstinados en mantener su frontera a salvo de la contaminación de los agentes humanos y agrícolas del sur.

El expresidente aragonés Marcelino Iglesias, que hablaba francés y era amigo del titular de Pirineos Atlánticos, lo intentó durante años, pero ni la reapertura del viejo Canfranc ni la travesía de un nuevo túnel por la medular del Pirineo premiaron sus desvelos. Hizo el túnel carretero y mejoró los accesos, pero Francia no se nos abrió en su mandato, como tampoco lo ha hecho al toque de atención de la actual presidenta Luisa Fernanda Rudi, ni a los denodados esfuerzos que a buen seguro habrá hecho en Bruselas la hispano--francesa Verónica Lope, voz de la derecha aragonesa en Europa.

Con Miterrand o Giscard, con Sarkozy u Hollande, todo han sido oídos sordos. El muro galo sigue alzando frente a Aragón un estigma y un obstáculo, una sinrazón y un arcaísmo. Mientras catalanes y vascos multiplican sus pasos y conexiones, sus túneles y AVES, y canalizan mercancías, camiones, naranjas y turistas, nuestra Comunidad se está quedando a dos velas por lo que a sus infraestructuras internacionales respecta.

Al aislamiento por el norte hay que sumarle los problemas políticos derivados de la deriva de la Generalitat en materia de cooperación con sus vecinos. Artur Mas, el líder de la insolidaria CiU, no ha respondido a la oferta de la presidenta aragonesa para mantener un encuentro bilateral en el que abordar el conflicto de los Bienes artísticos y otros asuntos inherentes a las necesidades sanitarias y de las prácticas lingüísticas a uno y otro lado de los límites provinciales.

Por el norte tampoco nos van mucho mejor las cosas. Con el País Vasco la relación institucional de Aragón es prácticamente nula, y con Navarra muy mejorable. En materia europea, la soledad no es ningún divino tesoro.