Siendo un factor trascendente en la economía del porvenir, el cambio climático, en sus múltiples amenazas, apenas ha estado presente en la campaña de las elecciones europeas. Será porque, en el fondo, sólo interesa a las siglas ecologistas, y porque no da votos.

En Zaragoza se ha caído el prometido Instituto de Cambio Climático, que se iba a instalar en el pabellón de España de la Expo, pero el proyecto ha quedado hasta más ver, y ya no hay más inversiones previstas.

Todo hace indicar, sin embargo, que la política preventiva sería la única razonable al encontrarnos frente a una nueva e inminente corriente de El Niño, cuya última manifestación en 1997 todavía aviva en nuestra memoria una variada clase de fenómenos y desastres costeros. El Niño... No se trata de ningún angelito, sino esencialmente de un calentamiento del mar, y de un aumento de su nivel que trastorna --y no precisamente para bien-- sus relaciones con costas y playas, vientos y mareas, cosechas, poblaciones, comunicaciones, bancos pesqueros, navegación e instalaciones portuarias... En suma, una formidable amenaza.

Bangladesh, según los expertos, será el primer territorio en sufrir inundaciones masivas, y ya no está vivo George Harrison para organizar un concierto de ayuda humanitaria. Pero, como bien advierte el profesor Reuveny desde la Universidad de Indiana, las grandes potencias siguen incumpliendo sistemáticamente los acuerdos de Kioto, y la tierra, sus mares y atmósferas cada vez se enfadan más con nuestros abusos y descuidos.

"Los humanos --reflexiona el arquitecto Pietro Laureano-- hemos trasladado la actividad económica hacia la costa y abandonado el interior y las montañas. Hemos levantado muros de cemento en el litoral. La tierra no puede retener el agua y cuando llueve mucho se producen riadas e inundaciones. La desertificación avanza porque hemos colapsado los ecosistemas naturales. Eso lo saben mejor que nadie en la cuenca mediterránea. Las Ramblas de Barcelona están construidas sobre rieras, lo que puede llegar a ser un problema...".

Laureano está convencido de que la única manera de parar tales amenazas es respetar el entorno, para que no se vuelva hostil. "Somos parte de la naturaleza, y la hemos transformado. Pero, ojo, transformar no significa destruir".