La figura del abogado ha ganado actualidad en la España de la corrupción, pero siempre ha estado ahí, ocupando un lugar relevante, al mismo tiempo sacrificado y privilegiado en la cadena de administración de Justicia.

Aragón ha sido tradicionalmente cuna de excelentes letrados, muchos de los cuales operan en el ámbito nacional. Uno de los más reconocidos es Carlos Carnicer, presidente del Consejo General de la Abogacía. Defensor incansable de la profesión, tuvo hace unos pocos años la original idea de impulsar con la editorial Martínez Roca un certamen literario, un premio de novela en el que la figura del abogado resultase difundida al gran público, y analizada desde el punto de vista de un escritor.

La ficción ganadora en esta última edición es El abogado de pobres, de Juan Pedro Cosano. Jerezano de nacimiento, Cosano es abogado en ejercicio y asimismo escritor, pues ya tenía publicadas otras dos novelas anteriores, Hispania y Las muertes pequeñas.

En El abogado de pobres nos invita a embarcarnos en un viaje en el tiempo hasta la España de mitad del siglo XVIII. Un país al que las luces de la Ilustración no han iluminado, pero en el que desde hace siglos existe un complejo sistema de administración de justicia, con diversos tribunales, jueces y abogados de pobres, como Pedro Alemán y Camacho, el personaje central de la novela.

Un protagonista bien dibujado, con honduras psicológicas y flaquezas humanas, con ribetes heroicos y picarescos, humorísticos y filosóficos; un aventurero que hará las delicias del lector recorriendo entre pleitos y demandas el Jerez de 1750, sus cárceles, bodegas y palacios.

Novela histórica, también, en lo que tiene, que es mucho, de ambientación y reflejo de la época, juega con el género de intriga sirviendo a la trama una sucesión de casos judiciales, siempre con Alemán como defensor. Casos en los que el abogado tendrá que poner sobre la mesa todo su ingenio. La resolución de un crimen proporcionará a la trama un grato aroma a novela policial y una amena lectura.

Que asimismo facilita, en gran medida, la magnífica prosa con que está escrita. Un estilo clásico, barnizado por múltiples recursos y figuras del idioma, que fluye con agilidad y transparencia. Gustará a los abogados, desde luego, pero tanto o más al resto de los lectores.