Se ha dicho muchas veces --y en parte, sólo en parte, es cierto--, que desconocemos nuestra propia historia. La española, en general y, en nuestro caso, la aragonesa en particular. Por eso es bueno que las instituciones nos recuerden quiénes fuimos, para poder responder con mayor precisión y seguridad a la pregunta de quiénes somos o queremos ser.

En esa línea, Ibercaja viene ofreciendo una gran muestra sobre la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Una institución forjada a finales del siglo XVIII, la centuria de La Ilustración, que habría de resultar clave para dinamizar la sociedad aragonesa y, en el seno de la monarquía borbónica, diseñar una nueva seña de identidad tras la pérdida de los Fueros, abolidos por el infausto Felipe V con sus decretos de nueva planta.

Sobre la base de un nuevo patriotismo que apelaba al progreso y a la confederación de fuerzas y recursos para hacer frente al desarrollo de la artesanía y el comercio, y a la incipiente industria, ciudadanos como Ramón de Pignatelli, Ramón Amat o Juan Martín de Goicoechea pusieron en marcha mecanismos de participación que pronto generaron Escuelas, Cátedras, acuerdos, tratados, un clima de renovación que benefició a la economía y a las actividades artísticas (lienzos de Bayeu, Goya y Vergara figuran como estrellas de la exposición).

El devenir de la Económica, desde su fundación hasta la actualidad, es parte de la historia con mayúscula de un país que vio asolar su territorio en la terrible guerra de Independencia, particularmente cruel con Zaragoza, y que volvió a perder otra excelente oportunidad un siglo después, con el sangriento conflicto civil que arrojó España al pozo del subdesarrollo. Es el símbolo de una de esas dos España que labora, inventa, construye, propone, acuerda, frente a la otra, más ciega, que grita y destruye. Es el sueño de la razón frente a los monstruos goyescos y, a la postre, el triunfo de lo racional, lo científico, lo progresista y moderno frente al anclado peso de la tradición.

Conviene disfrutar de esta muestra no sólo para admirar los planetarios y globos terráqueos, los documentos, grabados, láminas, fotografías y testimonios de toda índole que reflejan dos siglos y medio de historia aragonesa y española, sino, sobre todo, para conocernos un poco mejor a través del trabajo y del legado de nuestros mayores.