Los fulgurantes avances en informática y la imposición del presente on line, donde cada segundo requiere de una nueva emoción o sensación para ser vivido, nos ha hecho casi olvidar la memoria del hombre pre--informático.

Esto es, la época nada lejana aún de nuestra manualidad escritural, caligráfica, y de nuestro pensamiento reglado, cuando éramos estrictamente reales, personas de carne y hueso, contingentes, circunstanciales...

Hoy, la realidad virtual está cambiándonos, o alterando a muchos.

Algo así, al menos, es lo que probablemente nos viene a decir José Carlos Somoza con su nueva novela, La cuarta señal (Minotauro), otra muestra, una más, y ya van muchas, de su marcada originalidad y talento y encanto narrativos.

En La cuarta señal, los personajes tienen dos vidas, o una doble vida: real y virtual. En la realidad, son o pueden ser gordos, mayores, tener caspa y dolor de estómago. En la virtualidad, en cambio, alcanzan a golpe de un simple clic la posibilidad de ser apolíneos, heroicos, misteriosos, seductores, buenos amantes y mejores músicos o poetas.

El mundo virtual de Somoza se ha desplegado en un tiempo correspondiente a una década de bien entrado el siglo XXI. Órgano, que así se llama el sistema alternativo, se ha desarrollado de tal manera que comienza a dominar con toda claridad al universo real. No sólo ya a solaparse, sino a conquistar territorios enteros de la mente y a penetrar profundamente en el sistema de las emociones humanas. La elección individual, el albedrío irá prendiéndose de otras normas, hábitos y costumbres mucho más placenteros que los deparados por la vida normal, sin darse cuenta sus usuarios, o víctimas, de que el placer, como casi siempre, tiene un precio, y que esa factura se cobrará en el cosmos de Órgano en forma de nuevas leyes, aplicadas por tribunales invisibles, o en ocasiones por sicarios que pueden dejar a voluntad ser virtuales para reingresar en el mundo real.

Una novela que se lee como un thriller, con emoción, pasión (hay una historia de amor) y angustia (se pasa miedo), pero que, más allá de su forma literaria contiene una fábula filosófica con fuerte carga existencial. El interrogante de si virtualmente el mundo virtual es una amenaza o tendremos la virtud y el recurso de dominarlo.