El ex lendakari Ibarretxe ha desaparecido de la faz política, ya no española, sino de su tierra vasca, donde ni siquiera asoma. ¿Por qué? Políticamente hablando, aunque tuviera un poco más de enjundia que su sucesor, Patxi López, Ibarretxe es un cadáver. ¿Qué pasó con su retiro dorado? ¿Por qué no ha sido elevado a los altares independentistas, con Sabino Arana, Arzalluz y otros precursores de la raza?

Sencillamente, porque hizo el ridículo. La comparecencia de Ibarretxe en el Congreso de los Diputados para justificar su ansiado reférendum fue tan patética como las sinrazones históricas con que vascos, primero, y catalanes, ahora, se han devanado los sesos en busca de su legendaria identidad (que en ambos casos sigue siendo legendaria).

También acaba de hacer el ridículo, y de qué manera, el todavía, aunque por poco tiempo ya, president de la Generalitat, el molt honorable (también por poco tiempo, me temo), Artur Mas. Quién, habiéndose descafeinado a sí mismo, ha pasado, en lugar de despertarnos cada mañana con un café cargado con pólvora, a adormecernos a la hora de la siesta con sus locuras místicas y con la lujuriosa fotonovela de la familia Pujol, donde todo son hoteles y Ferraris, despampanantes modelos y tíos en bermudas con colgantes de oro.

Mas, siendo cada vez menos, lo ha hecho todo mal. Ha desunido a su propio partido, originando un verdadero cisma y la oposición interna de Durán i Lleida. Ha adelantado las elecciones con idea de mejorar resultados y los ha empeorado notablemente, dejando en bandeja la Generalitat a los radicales de Jonqueras y Esquerra. Ha convertido a la sociedad catalana en un far west de indios y vaqueros, de buenos y malos, de amigos y enemigos. Ha menospreciado a andaluces, castellanos y extremeños, y consumado el expolio de un centenar de obras de arte de Aragón, así como la burda manipulación del Viejo Reino y de la Corona aragonesa, inventando para los escolares catalanes un pasado imperial que no es más que un cuento chino, pues Cataluña nunca fue reino, nunca fue nación ni entidad política independiente alguna.

Frente a los delirios del iluminado president, el sentimiento nacionalista en Comunidades como la aragonesa puede estimarse ejemplar. Sería muy injusto que el PAR y la Chunta pagasen los platos rotos de Cataluña.