La novela negra está de moda, lo cual es una buena noticia.

Su poco conocida intrahistoria comienza asimismo a hacer correr una tinta didáctica, reclamada por ese lector que, además de disfrutar con las tramas de intriga y acción, quiere saber más sobre el origen y desarrollo de este género literario. Mis amigos de El Comercio me piden desde Asturias un artículo para el especial Benjamin Black (seudónimo de John Banville) con ocasión de la concesión al escritor irlandés del Premio Asturias de las Letras. Casi sin tapar la pluma, remito a la revista Tiempo otra entrega sobre Jim Thompson, a raíz de la formidable biografía que le acaba de dedicar Robert Polito.

De foma paralela, la novela negra española comienza a reclamar su propio protagonismo.

Entre sus autores, hay algunos agentes de las fuerzas de seguridad. Uno de ellos, Esteban Navarro, policía nacional destinado hace más de una década en Huesca, acaba de publicar con Ediciones B su nueva novela, "Los crímenes del abecedario", que estos días sale a la venta.

Se trata de un relato bien estructurado desde el punto de vista de la ficción, muy moderno en cuanto a contenido y puesta en escena, y conducido con un lenguaje rápido y directo, a menudo telegráfico, siempre eficaz.

Navarro ambienta la acción en distintos puntos y comisarías de España, Madrid, Zaragoza, Barcelona, Lérida, Huesca, Teruel... variando el escenario a medida que el asesino que los investigadores persiguen por medio país se vaya cobrando nuevas víctimas en un macabro juego criminal que parece inspirado en un determinado orden alfabético (de ahí el título de la novela).

El equipo de agentes encargado de dar caza al asesino del abecedario será representativo de la manera de trabajar actualmente en la Policía Nacional: veteranos y novatos, hombres y mujeres, técnicos y patrulleros... todos ellos coordinados por la tradicional jerarquía, pero al mismo tiempo autónomos hasta cierto punto y, desde luego, singulares en sus respectivas personalidades. Caracteres como el inspector Vázquez o la subinspectora Dávila encarnan, además, arquetipos generacionales.

Una novela que se lee como un tiro, de la que se aprende ambientación y procedimiento, y que gratificará al lector con el premio del suspense.