El río padre de Aragón vuelve a ser protagonista de un interesante estudio, "El Ebro en el aragonesismo y el nacionalismo aragonés" (Fundación Gaspar Torrente) de Brenda Reed. Una visión externa para analizar la trascendencia política y la simbología cultural de nuestro principal valor geográfico. El trabajo recopila las históricas luchas de Aragón contra los reiterados intentos de trasvasar el Ebro a otras cuencas y territorios, de Cataluña a Almería, del franquismo al PP.

Manifestaciones y argumentarios que, como la mayoría de ustedes recordarán, fueron paralelamente nutriendo de razones, mensajes e ideas a los dos partidos que con mayor receptividad abrieron sus compuertas ideológicas a la defensa del Ebro como símbolo de la autonomía: Partido Aragonés y Chunta Aragonesista.

Cada uno con su respectiva y bien diferenciada historia, con su posicionamiento ideológico, asimismo muy diferenciado, y con una visión radicalmente distinta en cuanto a los aprovechamientos hidráulicos, proclive el PAR al regadío y los nuevos embalses, renuente la CHA a inundar valles a cambio de seguir desperdiciando el caudal por falta de eficacia y control en los sistemas de riego.

El estudio recuerda que los votos nacionalistas, sumados por uno y otro partido, alcanzaron sus cénits precisamente en los períodos electorales coincidentes con las luchas anti--trasvase, declinando en aquellas otras fases de la Transición en que la amenaza trasvasista fue desestimada por el Gobierno central de turno.

En momentos como el actual, de desafección política y demonización autonómica, de desaforada demagogia centralista y españolista, lecturas como la de "El Ebro en el aragonesismo y el nacionalismo aragonés" resultan particularmente recomendables para refrescar la memoria de lo que Aragón ha sido en el concierto nacional, y de lo que no debería dejar de ser si aspira a proyectarse hacia el futuro con un digno bagaje a sus espaldas. El Ebro consiguió aglutinar las voluntades de la mayoría los aragoneses como ningún otro factor en los últimos cuarenta años. En su corriente están escritas, y no precisamente con letras de agua, nuestras reivindicaciones y esperanzas. Sería bueno que no las olvidáramos y que, sobre nuestras características e identidad, insistiéramos en la construcción de un espacio vital del cual sentirnos justamente orgullosos.