Las programaciones navideñas han incluido representaciones adaptadas de Las aventuras de Pinocho, el clásico universal de Carlo Collodi. Un autor florentino muy representativo del diecinueve italiano, con su republicanismo mazziniano y una amplia erudición a cuestas.

Su Pinocho, destinado en principio a un público infantil, no sólo no está exento de interpretaciones exegéticas sino que, a medida que se profundiza en su alegórica lectura, alcanza la metáfora de la vida humana, su indefinición, su heroísmo y traición, su lucha entre el bien y el mal. Benedetto Croce acertó plenamente al afirmar: La madera en que está construido Pinocho es la madera de la humanidad.

Pinocho es al mismo tiempo egoísta y altruista, valeroso y esquivo, cariñoso y rencoroso. A veces, incluso cruel y mezquino, como cuando estampa a Grillo contra la pared, maltrata a Gepeto o acepta el consejo de Zorra de enterrar sus cequíes en el Campo de los Milagros a fin de fertilizar un árbol de monedas de oro y multiplicar su cosecha. Pero si por algo pasó Pinocho a la historia de la literatura fue por su nariz, que crecía y crecía cuando mentía.

En el argot de la ciencia estadística, se conoce por Síndrome de Pinocho a la tendencia de una parte del electorado a falsear su verdadera intención de voto, a fin de confundir las encuestas. A ese supuesto fenómeno se agarran muchos de los que no quieren aceptar la irrupción política de Podemos, estimando que buena parte de sus intencionales sufragios no llegarán a depositarse realmente en las urnas. De ser así, Podemos se estaría beneficiando circunstancialmente de un estado de ánimo, mayoritario hoy en la población española, de repulsa hacia la corrupción política, pero no representaría el partido del cambio.

Sea como sea, resulta más que interesante leer o releer la original historia de Las aventuras de Pinocho. De las peripecias de este inquieto muñeco, de buen corazón, pero proclive a olvidar con demasiada rapidez sus buenos sentimientos, extraeremos provechosas enseñanzas y ese poso y sabiduría que nos legan las obras maestras.

En mi biblioteca hay varias ediciones de Pinocho, pero les recomendaría la más reciente, de Reino de Cordelia, con traducción de Antonio Colinas e ilustraciones de Manuel Alcorlo.