El patrón de los patrones, Juan Rosell, hombre de buen aspecto, bien alimentado y pulcro, ha tenido una idea poco alimenticia, mala, muy mala y peor presentada: adjudicar a los jóvenes españoles un salario mínimo por debajo aún del ya establecido en España, que es más propio del Segundo Mundo que de una democracia occidental o de un país civilizado.

Para ir soltando al paso de la crisis necedades de semejante calibre no parece necesario mantener organizaciones empresariales como la que acaudilla el amigo Rosell, ni dar cancha a tales representantes.

Digo mantener porque, al igual que ha venido sucediendo con los sindicatos, las confederaciones patronales reciben constantes ayudas del Estado a través de los sucesivos gobiernos centrales y autonómicos de la transición. Y digo acaudilla porque el perfil de estos dirigentes entronca el franquismo con la derecha neoliberal. Dándose amén la circunstancia de que en demasiados casos los mascarones de proa de los empresarios no son tales, sino cuadros políticos de popa que, por no haber entrado en las listas al Parlamento Europeo, o por no haber encontrado salida en la privada, han sido reconvertidos a industriales de salón y padres de la patria capaces de inspirar leyes y decretos.

Si yo fuera joven, que ya no lo soy, le preguntaría al señor Rosell de qué manera pretende que un trabajador de veinte o veintitantos años de edad viva con quinientos o seiscientos euros al mes, se nutra, adquiera o alquile vivienda, pague colegios y medicamentos, tasas municipales y toda esa reata de impuestos indirectos aprobados por el Gobierno con gran satisfacción de los empresarios. No refiriéndose encima Rosell a cualquier trabajador, sino a aquellos que, siendo jóvenes, tienen buena formación, se han especializado, pueden rendir a satisfacción cuarenta horas a la semana.

Rosell les está diciendo a nuestros jóvenes ingenieros que cobran 1.200 euros en Alemania: Volved, que a cambio de estar con la familia os pagaremos la mitad.

Así, mientras los salarios, y no sólo los mínimos, siguen congelados, o bajando, en España, los bancos y las grandes multinacionales cada vez ganan más. Es lógico, pues han conseguido abaratar masa salarial sin perder mercados.

¿Seguirá proponiendo ideas Rosell? Me temo que sí, y que le hagan caso.